Antonio de Valbuena nació en Pedrosa del Rey (León) –población demolida antes de ser anegada por el embalse de Riaño– en 1844, muy cerca de Riaño, lugar en el que realizó sus primeros estudios. A los 15 años ingresa en el seminario leonés, si bien no se ordenó sacerdote –aunque a lo largo de su vida mostró una gran religiosidad– una vez finalizados sus estudios, pues marchó a Madrid donde se licenció en Derecho. En 1870 se licencia en Vitoria, ciudad en la que fue desterrado por su vinculación con el carlismo, que defendía desde la dirección del periódico La Buena Causa y en sus escritos, por lo que poco después, en 1871, hubo de irse a Francia. En 1873 se unió a las filas carlistas y un año más tarde fue nombrado Auditor General del Ejército, cargo que desempeñó hasta 1876, en que finalizó la III Guerra Carlista, y, nuevamente, tuvo que marcharse a Francia. Sin embargo, regresó a España, instalándose en Madrid a los pocos meses, y se dedicó plenamente a las colaboraciones en periódicos, utilizando los seudónimos de Miguel de Escalada (que acompaña a su verdadero nombre en las obras que recogemos en la BVFE), Juan Paseante y Venancio González. En 1922 fue nombrado Cronista de la provincia de León. Pasó los últimos años de su vida en su pueblo natal, donde murió en 1929.
Su actividad como creador no alcanzó cotas elevadas, mejor narrador que poeta. Fue, por el contrario, un infatigable articulista, con un estilo cuidado, tanto de cuestiones políticas, como literarias y lingüísticas, lo que le granjeó amistades y odios en el mundo de las letras por la dureza de sus críticas, que podían llegar, incluso, a lo personal, y la continua búsqueda de la polémica. Entre quienes criticaron sus apreciaciones desmontando sus argumentos está Julio Casares (1877-1964). Una parte de esos artículos, publicados en el suplemento Los lunes de El Imparcial a partir de 1885, eran ataques a la Real Academia Española que después recogió en Fe de erratas del nuevo diccionario de la Academia. Con ellos pretendía corregir los errores que veía en la 12ª edición del diccionario académico, ridiculizándolos muchas veces. Antonio de Valbuena era un gran defensor de la corrección lingüística, lo que se trasluce en su crítica literaria, y en las invectivas contra la Academia. Todo ello es lo que lo llevó a escribir la primera de sus Notas gramaticales sobre el uso de los pronombres personales átonos, a partir de la gramática académica y del empleo que hacen de ellos diversos autores.