Jacinto Juanmartí y Espot fue un religioso jesuita y lexicógrafo aficionado español, activo en Filipinas durante la segunda mitad del siglo XIX. Nuestro autor nació en la aldea de Llarvent, dentro del municipio de Sort, en la comarca leridana del Pallars Sobirá; vio la luz en 1833, justo al inicio de la Primera Guerra Carlista (1833-1840), contienda que devastaría el interior de Cataluña. Su familia era de extracción humilde y se dedicaba a la agricultura, pero poseía acendrados principios religiosos. Tras aprender las primeras letras en su localidad natal y dominar la lengua latina, fue enviado al seminario de Urgel (Lérida), donde se ordenó sacerdote con 24 años (1857). El objetivo vital de Juanmartí había sido, casi desde niño, ingresar en la Compañía de Jesús; por este motivo, ese mismo año, inició el noviciado en el colegio ignaciano de Santa Coloma de Farnés (Gerona). Solo pasó allí unos meses, pues en 1858 se trasladó a Loyola (Guipúzcoa), donde permaneció hasta 1859. En ese año regresó a Cataluña, se asentó en Balaguer (Lérida) y allí empezó los estudios de Teología, que terminaría en el colegio de San Marcos (León) en 1863. Tras hacer en Manresa (Barcelona) la tercera probación, embarcó desde la capital catalana (1864) rumbo a Manila; Filipinas sería su nuevo hogar hasta el final de su vida. Después de pasar tres años (1864-1867) en la capital del Archipiélago, fue enviado a la misión de Zamboanga, en la meridional isla de Mindanao, donde entró en contacto con las tribus subanas. En 1874 lo destinaron a la misión de Tamontaca, en la zona este de la misma isla, pero en plena área de credo musulmán. Su labor en esta última misión fue ímproba, pues entre sus tareas se encontraba la de rescatar cautivos cristianos secuestrados por los mahometanos; pese a todas estas ocupaciones, a Juanmartí aún le quedó tiempo para explorar regiones remotas de Mindanao y extender hasta allí sus labores pastorales. Este animoso jesuita catalán expiró en 1897 en su misión filipina.
La obra filológica del padre Juanmartí se inserta dentro de los cánones de la Lingüística misionera: su objetivo era facilitar el aprendizaje de la lengua para, después, hacer más fácil la evangelización (en este caso, dada la secular presencia musulmana en la isla, también la conversión) de sus hablantes. Con este fin llevó a las prensas de Manila su Diccionario moro-maguindánao-español, un copioso repertorio bidireccional maguindánao-español y español-maguindánao. La referencia al idioma árabe bajo la etiqueta de moro es engañosa, alude exclusivamente a la influencia que esta lengua semítica tuvo sobre los idiomas aborígenes de Mindanao desde la llegada de comerciantes árabes y malayos al Archipiélago en el siglo XV; dentro de la obra del catalán ni se utiliza el alifato ni las consideraciones al árabe van más allá de la mención de alguna etimología. La primera parte, maguindánao-español, es más rica desde la perspectiva de la microestructura, pues se incluye alguna categorización; en la segunda parte, solo aparece el lema y su traducción. Como curiosidad, Juanmartí también introdujo en su diccionario formas verbales conjugadas, prueba máxima de que la finalidad de la obra era básicamente práctica. Con antelación, en 1888, ya había publicado en Singapur un pequeño ensayo de lo que después sería este repertorio. Además, un año antes de imprimir su diccionario grande, el leridano llevó a las prensas una gramática de la misma lengua. De esta manera, los tres textos quedaron convertidos en los primeros estudios sobre la principal lengua de la isla de Mindanao; de hecho, cuando los estadounidenses ocuparon el país a partir de 1898, mandaron traducir al inglés estas obras para poder comunicarse con los pueblos indígenas de la isla más meridional de Filipinas. En 2018 una editorial de Carolina del Norte ha realizado una edición facsimilar, tanto del diccionario como de la gramática (Fb&c Limited, Chapel Hill).
Jaime Peña Arce