Lorenzo Llanos y Alcaraz fue un militar, periodista y escritor humorístico español, activo durante los decenios finales del siglo XIX. Nuestro autor nació en la ciudad de Cartagena (Murcia), en 1841, en el seno de una familia con tradición militar. Tras vivir la primera infancia en su localidad natal, la familia Llanos se trasladó a Madrid en 1846. Fueron sus padres quienes lo dirigieron hacia la carrera de las armas, aunque su vocación siempre había sido la escritura: de hecho, con apenas 15 años, ya había publicado sus primeros artículos en diversos periódicos de la capital. Así las cosas, el joven Lorenzo ingresó con 16 años (1857) en el cuerpo de infantería, dentro del regimiento de Bailén, acuartelado entre Zaragoza y Pamplona; no obstante, ni siquiera durante el periodo de instrucción, dejó de lado Llanos su pasión por las letras, que seguía cultivando en los ratos libres. Terminado su periodo formativo, ingresó en el regimiento de Saboya y participó en los combates de la Primera Guerra de Marruecos (1859-1860), primero en la defensa de Melilla y Chafarinas y, después, en las batallas de Castillejos y Tetuán (1860). Gracias a los méritos alcanzados en la contienda africana, Llanos se hizo con el grado de teniente. En 1863 dejó el ejército y pasó a la reserva, decidió dedicarse a su verdadera vocación y regresó a Madrid, donde durante diez años (1863-1873) trabajó como redactor en distintas publicaciones y entró en relación con las altas esferas culturales y políticas del momento. Dentro del turbulento siglo XIX español, la ideología del cartagenero fue mutable y subsidiaria de la de quien había sido su general en África y de quien fue siempre un firme seguidor, Juan Prim (1814-1870); tras el asesinato de este (1870), y ante el derrumbe del sistema isabelino, nuestro autor empezó a ver al Carlismo con mejores ojos, aunque nunca llegó a militar en él. En 1873, y ante la caótica situación que atravesaba España durante los últimos meses del Sexenio Democrático (1868-1874), Lorenzo se asentó en México, país en el que residió durante seis años (1873-1879), aunque su idea inicial había sido la de pasar allí solo unos meses. En este país, completando su periplo americano con viajes a otros países del continente (Cuba, Uruguay o Argentina), continuó su trabajo como redactor, fundó periódicos y defendió el legado español en el antiguo virreinato; en un giro más de tuerca, atacó al gobierno mexicano contemporáneo y llegó a enfrentarse personalmente con opositores a sus ideas. Por este motivo, en 1879, el presidente mexicano Porfirio Díaz (1830-1915) dictó su expulsión, y Llanos decidió volver a España, vía Nueva York, donde residió unos meses y trabajó como periodista. De regreso en Madrid se consagró a la literatura como escritor costumbrista y libretista de zarzuelas, además fue nombrado correspondiente por Murcia de la Real Academia Española. La fecha de su muerte no está clara, aunque se postula el segundo lustro del primer decenio del siglo XX, siempre en una fecha posterior a 1904.
El trabajo narrativo, poético, teatral y periodístico de Llanos y Alcaraz fue abundante y prolífico; sin embargo, sus incursiones en el quehacer filológico se redujeron a dos aproximaciones, ambas publicadas en 1884. En primer lugar, llevó a las prensas un repertorio jocoso, titulado Novísimo diccionario del amor y de otras cosas, tan útil para los feos como para las hermosas, obra compuesta por unas 700 entradas en las que la voz es definida directamente (sin haber sido categorizada) por medio, en muchas ocasiones, de versos, ripios o fragmentos de obras teatrales del propio autor. Resulta curioso el tratamiento que de los dígrafos ch y ll hace el cartagenero: el primero es incluido dentro de la letra c, y el segundo de forma independiente de la l. Este diccionario fue reeditado en 1997 por la editorial mexicana Verdehalago. El segundo trabajo de nuestro autor fueron los Elementos de gramática parda, para uso de los hombres (Gutenberg Librería Nacional y Extranjera, Madrid, 1883), en la misma clave jocoso-amorosa que su diccionario, aunque en nada lingüística.
Jaime Peña Arce