Antonio Peñafiel Barranco fue un polígrafo mexicano nacido en Atotonilco el Grande, Hidalgo, el 1º de enero de 1830 (se había considerado erróneamente la fecha de 1839) en el seno de una familia humilde. En su ciudad natal cursó sus primeros estudios. Se licenció en Medicina en la Escuela Nacional de la capital mexicana. Fue profesor en el Hospital Militar de San Lucas de Ciudad de México y participó, como médico militar, en campañas con el general Ignacio Zaragoza (1829-1862) en contra de las tropas francesas que trataban de defender a Maximiliano de Habsburgo (1832-1867) como emperador de México. Reinstaurada la república (1867), Peñafiel se instaló en Pachuca de Soto (Capital del estado de Hidalgo), donde ejerció como profesor en el Instituto Científico y Literario y terminó accediendo al cargo de diputado federal por ese estado (1873-1875). Fue el primer Director General de Estadística, nombrado por Porfirio Díaz (1830-1915), y coordinó en 1895 el primer censo poblacional de los Estados Unidos Mexicanos, levantado en un solo día, el 20 de octubre. Ocupó el mismo cargo político durante todo el Porfirato (1876-1911) y murió en Ciudad de México con 92 años. Como homenaje, la biblioteca hidalguense del Instituto Nacional de Antropología (INAH) lleva su nombre.
Su espíritu inquieto lo llevó a dedicar su tiempo a la investigación histórica y científica. Fue fundador de la Sociedad de Historia Natural de México y miembro de numerosas sociedades dedicadas al cultivo de las ciencias humanas y sociales. Destacó por su labor historiográfica en el rescate de diversas obras de los primeros tiempos del Virreinato, así coordinó las reediciones de diversas obras de naturaleza filológica: Arte Mexicana, de Antonio del Rincón (ca. 1556-1601); Gramática de la lengua zapoteca por un autor anónimo […]; Diccionario de la lengua tarasca o de Michoacán, de Gilberti Maturino (1507 o 1508-1585); Arte de la lengua zapoteca, de Juan de Córdova (1503-1595) y Arte de la lengua tarasca, de Diego Basalenque (1577-1651). Los conocimientos adquiridos le sirvieron para redactar textos propios de contenido filológico, que forman parte de su muy abultada y variada obra escrita.
Jaime Peña Arce