Antonio del Rincón pasa por ser el primer jesuita mexicano de sangre indígena –descendiente del rey-poeta Nezahualcóyolt (1431-1472), del señorío azteca de Texoco. Nació en Texoco (actual Texoco de Mora, Estado de México, México) a mediados del siglo XVI. Fue uno de los primeros alumnos en ingresar en el recién creado noviciado jesuita de la capital novohispana. Con apenas 20 años, hacia 1575, destacó en la ayuda –gracias a su conocimiento de la lengua local– a los damnificados por la epidemia de tifus que diezmó la población indígena de la ciudad. De la ciudad de México se trasladó a Puebla de los Ángeles, donde fue pionero en la defensa y evangelización de los indios, así como de los cursos de Gramática impartidos en el Seminario de San Jerónimo, del que llegó a ser director. Los últimos años de su vida, ya paralítico, los siguió dedicando a su labor pastoral en Tepotzotlán (estado de México, México), donde entró en contacto con el también lingüista jesuita Horacio Carochi (ca. 1579-1662) y donde murió en 1601.
Dominó a la perfección el latín y el nahua, prueba de lo cual es su Arte mexicana. Hay unanimidad al considerar que su labor resultó fundamental en la conservación de las lenguas indígenas de la Nueva España.
Jaime Peña Arce