Carlos Risueño y Mora fue un veterinario, militar y lexicógrafo aficionado español, activo durante la primera mitad del siglo XIX. Durante largos años, se le atribuyó Mena como segundo apellido, lo que generó numerosos problemas en su identificación; este error se subsanó gracias a la localización de su partida de bautismo. Nuestro autor nació en la localidad de Daimiel (Ciudad Real) en 1781; de la calidad de su familia –parece que su padre, un madrileño de Fuencarral, llegó a ser oficial de un regimiento de caballería– y de sus primeros años, apenas se sabe nada. La primera fecha conocida de su periplo vital es la de 1794, año en el que ingresó en el Real Colegio Escuela de Veterinaria de Madrid, en cuyas aulas –y pese a su juventud– el manchego culminó su formación con brillantez; debido al carácter castrense de la institución, ingresó simultáneamente en el Ejército. Cuatro años más tarde, en 1798, terminada la carrera, Risueño ganó una oposición para una plaza de veterinario militar (o, como se denominaba en la época, de mariscal de entrada). En 1801 fue ascendido y trasladado al regimiento encargado de la protección del valido real, Manuel Godoy (1767-1851). Asentado en Madrid, y con mucho tiempo libre, el de Daimiel pudo ampliar su formación científica en el Real Colegio de San Carlos y en el Jardín Botánico de la capital; esa tranquilidad se vio truncada por el advenimiento de la Guerra de la Independencia (1808-1814), conflicto en el que, como voluntario, luchó contra las tropas napoleónicas. Al término de la contienda, Risueño y Mora comenzó a dar los primeros pasos en la actividad profesional que lo consagró para la posteridad: la docencia y la administración de la Escuela de Veterinaria de Madrid. En 1817 obtuvo la cátedra de Patología y Cirugía, cargo que mantuvo hasta 1824, momento en el que –en plena Década Ominosa (1823-1833) y debido a un enfrentamiento con otro docente– se vio forzado a marcharse al exilio, acusado falsamente de simpatizar con los liberales; restituido en su cátedra en 1828, dedicó el resto de su vida profesional a la docencia (llegó a tener un gran número de discípulos) y a la dirección de la Escuela de Veterinaria, a la que –tras la instauración de un moderno y completo plan de estudios– logró desvincular del Ejército y consagró al servicio civil. Este autor fue uno de los socios fundadores de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, de la que, en 1838, fue nombrado socio de honor. Carlos Risueño falleció en Madrid, con 66 años, en 1847, rodeado de un amplio reconocimiento.
El trabajo lexicográfico de este autor cristalizó en su Diccionario de Veterinaria, un repertorio compuesto por cinco tomos: el primero (A-CAS), apareció en 1829; el segundo (CAS-D), en 1830; el tercero (E-G), en 1832; el cuarto (H-PEC), en 1833; y el quinto (PEC-Z), en 1834. Esta obra, impresa a dos columnas y formada por unas 6000 entradas –cada una, con una propuesta etimológica–, constituyó el primer ejemplo de un diccionario veterinario impreso en España. El texto de Risueño no es un mero diccionario terminológico, sino que posee –en cierta medida– un carácter enciclopédico, pues contiene abundantes descripciones sobre operaciones quirúrgicas, aparatos e instrumentos; así como exposiciones de Anatomía o nociones generales de Química y Botánica.
Jaime Peña Arce