José Ruiz y Cueto nació en Utrera (Sevilla) en 1768. Al final de su vida fue conocido como el Abate Marchena, sin que nunca hubiera pertenecido al clero, y sin que se sintiera incómodo por el apelativo. Bien es cierto que durante su adolescencia recibió la tonsura y órdenes menores, pero nunca pasó de ahí. Aprendió en sus primeros años gramática latina, y, después, lengua y literatura francesas. Debido a sus ideas liberales y antirreligiosas, fue encausado por la Inquisición, por lo que huyó a Gibraltar, desde donde marchó a la revolucionaria Francia. En París terminó uniéndose a los girondinos, lo que le causó no pocos sinsabores, hasta que huyó a Burdeos, ciudad en la que fue detenido en 1793 y trasladado a París. Salvó la vida perdonado por Robespierre (1758-1794), contra el que se revolvió, pero asombrado por su valentía intentó que se uniera a él, lo cual rechazó Marchena. Con otros presos inventó una religión con un dios, Ibrascha, al que cantaban himnos inventados por ellos y como burla de la religión católica. Cuando cayó Robespierre y fue ajusticiado, Marchena pudo salir de la cárcel, donde estuvo gravemente enfermo. En esa época se nos describe como de tez morena, de baja estatura y tuerto. Formó parte del Comité de Salvación Pública y comenzó a escribir en el periódico Ami des Lois, lo que le valió ser acusado de retrógrado por sus propios correligionarios. En 1792 consiguió la ciudadanía francesa. En 1797, el Directorio, al cual también atacaba, lo expulsó de Francia, y cuando era conducido a Suiza recibió el perdón y la restitución de sus derechos. En 1801 fue nombrado secretario del general Moreau (1763-1813), al confiársele a este el mando del ejército del Rin, lo que lo llevó a aprender el alemán. Caído en desgracia el militar, fue nombrado secretario del mariscal de Francia Joaquín Murat (1767-1815), cuñado de Napoleón (1769-1821), con el cual volvió a España en 1808, en la Invasión francesa. Nada más llegar a Madrid fue encarcelado por la Inquisición, y liberado de la prisión por Murat. Fue nombrado redactor de la Gaceta de Madrid y Archivero mayor del Ministerio del Interior. Cuando José Bonaparte (1768-1844) tuvo que dejar el poder en 1813 Marchena se fue con su corte a Valencia, y después a Francia (a Nimes, Montpellier y Burdeos). Regresó a Madrid en 1820, donde encontró un vacío a su alrededor –incluso entre los afrancesados– por haber servido a Murat, de mal recuerdo para los madrileños, por su condición de apóstata y por su radicalismos religioso y político. Murió en Madrid en 1821, pobre y abandonado.
De una personalidad compleja, suscitó el interés de Marcelino Menéndez y Pelayo (1856-1912), quien le dedicó algunas páginas, y, aunque manifestaba cierta aversión hacia él, editó sus obras (Obras literarias de D. José Marchena (el Abate Marchena), con un estudio crítico biográfico, 2 vols., Rasco, Sevilla, 1892; el estudio fue recogido en los Estudios y discursos de crítica histórica y literaria).
Escribió una notable cantidad de obras, algunas de las cuales aparecen citadas en la portada de su diccionario –sin duda, reclamo comercial de su contenido–, siendo la más conocida de él las Lecciones de filosofía moral y elocuencia, o colección de los trozos más selectos de poesía, elocuencia, historia [...] (2 vols., Imprenta de don Pedro Beaume, Burdeos, 1820). A nosotros nos interesa especialmente por el Diccionario manual francés-español, publicado el mismo año de su muerte, y que no ha suscitado ningún interés entre los especialistas, ni siquiera entre quienes se han ocupado de su vida y obra. Se trata de una obra ciertamente rara, de la cual solo se conservan dos ejemplares en las bibliotecas españolas, y son de difícil acceso. Probablemente ello sea debido a ser un pequeño repertorio de bolsillo, como otros que se publicaron en la época. Debía ser buen conocedor de la lengua francesa, como lo prueban las obras que tradujo al español y su larga estancia en Francia.
El diccionario de Marchena tuvo una segunda edición en 1826, por el mismo impresor, sin cambios sobre la primera, obra igualmente rara que la primera salida, de la cual solo se conoce un ejemplar conservado en Buenos Aires.
Manuel Alvar Ezquerra