Simón Aguilar y Claramunt fue un pedagogo y gramático español, activo en Valencia durante la segunda mitad del siglo XIX. El periplo vital de este autor –pese a su prolífica obra– es, en gran medida, un enigma. Desconocemos su lugar de nacimiento, así como la fecha en la que este tuvo lugar, aunque algunas fuentes hablan del año 1835; también desconocemos todos los datos relativos a la calidad de su familia y carecemos de cualquier información sobre los primeros años de su existencia. El primer dato conocido sitúa a Aguilar, en torno a 1850, como maestro de primeras letras en una escuela de Valencia; la Pedagogía fue siempre su gran pasión y guio todos los pasos de su vida. Tras compaginar durante varios años su desempeño profesional con los estudios universitarios, obtuvo (1877) la licenciatura en Medicina y Cirugía por la Universidad de la capital valenciana, titulación que cursó con la intención de acercarse a su disciplina desde una perspectiva clínica y cognitiva. Parece que nuestro maestro intentó, varias veces y sin éxito, entrar a formar parte del cuerpo docente de la Escuela Normal de Valencia; tuvo que confirmarse con un puesto como interino (1895) y con la implantación de sus manuales como libros de texto oficiales. Aguilar y Claramunt colaboró con asiduidad en diversas publicaciones periódicas relacionadas con el Magisterio, recibió la Real Orden Americana de Isabel la Católica y murió en 1905 –como maestro de escuela en ejercicio– en la ciudad de Valencia, donde residió (por lo menos) desde 1850.
El trabajo pedagógico de Aguilar fue muy notable y abarcó diversas disciplinas; dentro de estas, también brilló su quehacer filológico. En 1879 escribió su Tratado de análisis gramatical y lógico, publicado, tanto en España como en Francia, cinco veces más hasta el final del siglo XIX (1886, 1889, 1891, 1893 y 1899). En 1884 publicó dos manuales, cuya finalidad era servir de guía de estudios a los opositores a plazas de Lengua castellana. Un año después llevó a las prensas una selección de refranes moralizantes y piadosos, muy en consonancia con sus profundas creencias religiosas. Finalmente, y a partir de los textos de la Academia Española, compuso un Compendio de gramática (1895, reeditado en 1899), destinado a los estudiantes de Magisterio de la Escuela Normal de Valencia. Algunas de estas obras fueron premiadas en las Exposiciones Universales de Barcelona (1888) y Viena (1898).
Jaime Peña Arce