Alfredo Adolfo Camús y Cardero fue un humanista, filólogo, traductor y filósofo español del siglo XIX. De padre francés y madre cordobesa, nuestro autor nació en París, en 1815 –aunque otras versiones radican su nacimiento en Baena (Córdoba), en 1797–, en el seno de una familia acomodada. El joven Camús recibió en la capital gala, donde residió durante su infancia y adolescencia, una esmerada educación; gracias a esta formación –en la que la lengua francesa ocupó un lugar destacado– pudo, años más tarde (1837), obtener el grado de bachiller en Filosofía por la Universidad de Sevilla y, en 1840, en Teología, después de pasar tres años en el seminario cordobés de San Pelayo. De forma paralela a su formación, nuestro autor había empezado a trabajar como profesor de Francés en un colegio de Córdoba, donde, en 1839 era ya catedrático de Geografía. A finales del decenio de 1840 se trasladó a Madrid y, durante sus primeros años en la capital, se dedicó al periodismo, aunque rápidamente comenzó a dictar cursos en el Ateneo de Madrid y, en 1842, entró como sustituto en la incipiente Universidad Central; solo un año más tarde, en 1843, Camús fue nombrado catedrático de Literatura e Historia. De acendrada ideología ilustrada y liberal, dedicó su discurso de recepción en la academia madrileña a la evocación de la labor de los humanistas de la Ilustración, y centró sus críticas en la clausura de las universidades españolas durante la Década Ominosa (1823-1833). Durante 44 años, al margen de los vaivenes políticos del siglo XIX español, dedicó su vida y sus energías a la enseñanza de diversas disciplinas humanísticas a los alumnos de Filosofía y Derecho, algunos de los cuales, llegarían a ser relevantes personajes de la vida política y cultural de su tiempo: Benito Pérez Galdós (1843-1920) –que, en su Fortunata y Jacinta, recordará veladamente a su maestro–; Leopoldo Alas, Clarín (1852-1901); Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) o José Canalejas (1854-1912). Tras la aprobación de la Ley Moyano (1857), Camús se dedicó con ahínco a la Literatura grecolatina, por lo que se convirtió en un reputado especialista en esa materia a nivel internacional. Mantuvo una estrechísima relación con los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza, como Francisco Giner de los Ríos (1839-1915) y Nicolás Salmerón (1838-1908), antiguos compañeros suyos en la Universidad Central. Recibió en vida amplios reconocimientos (medallas, ingreso en diversas instituciones…), aunque no consiguió alcanzar su más vivo anhelo: el ingreso en la Real Academia Española. Alfredo Adolfo Camús murió, ya jubilado, en la localidad madrileña de Getafe, en 1889, con 74 años; Clarín y Menéndez Pelayo escribieron algunos de los más emotivos elogios fúnebres, publicados en la prensa del momento, dedicados a su persona.
La labor filológica de nuestro autor se centró en el estudio y análisis de diferentes obras clásicas de la literatura grecolatina. En el plano estrictamente lingüístico, destaca su versión de la Nueva gramática latina en castellano, del franciscano José Carrillo (¿?-1814-1829), uno de los manuales de referencia, dentro de la Universidad española decimonónica, para la enseñanza de la lengua del Lacio. Camus introduce unas leves correcciones sobre el texto original, tanto en las definiciones como en el método, que, según sus propias palabras no desmerecen el trabajo de Carrillo, sino que garantizan su vigencia y pervivencia.
Jaime Peña Arce