Pocos son los datos biográficos que revelan la identidad de Joaquín Carrión. Sabemos que fue presbítero y doctor en Teología pues así lo hace constar bajo su nombre en la portada del Diccionario de sinónimos. Por lo que hemos podido averiguar, también era predicador, como puede comprobarse en los anuncios religiosos de algunos periódicos de 1874-1877.
Ese repertorio constituye su única incursión en la lexicografía. Ante la necesidad de poner a disposición de los interesados una obra que facilitara el uso apropiado del léxico, Carrión se afanó en redactar este diccionario que suplía las carencias de otras obras de referencia: el de la Academia, que no trataba la sinonimia, y el de Pedro María de Olive (1767-1843). A diferencia de los anteriores, el diccionario de Carrión contaba con definiciones más precisas y esmeradas, todas ellas fruto de sus conocimientos sobre Teología y basadas en obras mayores como la Summa theologiae de Santo Tomas de Aquino (1224 o 1225-1274). Pese a reconocer en sus páginas introductorias que no se trataba de una obra completa y perfecta, colaboró en la empresa de favorecer el uso adecuado de la lengua.
Leticia González Corrales