Carlos Gagini Chavarría fue un pedagogo, filólogo y escritor costarricense, activo durante los últimos decenios del siglo XIX y los primeros del siglo XX. Vio la luz en San José de Costa Rica, en 1865, en el seno de una familia formada por un padre suizo, nativo de la zona ítalo-parlante de la nación alpina, y por una madre perteneciente a una acomodada estirpe criolla de la capital de ese país centroamericano. Vivió los primeros años de su vida de forma cómoda, gracias a la prosperidad familiar, y recibió una educación esmerada, que ayudó a estimular su natural interés por el estudio y el conocimiento. Tras graduarse como bachiller en 1881, su formación fue –debido al retroceso del nivel de vida familiar– en gran medida autodidacta (inició las carreras de Derecho e Ingeniaría, y las abandonó sin completarlas); posteriormente consagró su vida a la docencia y al estudio de diversas disciplinas humanísticas. Gagini pasó la mayor parte de su vida en su país natal, aunque también trabajó durante algunas temporadas en países cercanos, como El Salvador (1904-1907). Fue director del Instituto de Alajuela (ciudad cercana a la capital), de la Escuela Normal de Heredia (población incluida, también, en la corona metropolitana de San José), del Liceo de Costa Rica, del Colegio de Santa Ana en El Salvador; sirvió en la Biblioteca Nacional y en los Archivos Nacionales costarricenses. Se significó en repetidas ocasiones en contra de la intromisión de los Estados Unidos en cuestiones internas de las distintas repúblicas de la América española, y se convirtió en una personalidad de enorme prestigio y autoridad moral; con el tiempo, llegaría a ser nombrado miembro correspondiente por Costa Rica de la Real Academia Española. Su labor tropezó con muchas amarguras y oposiciones: polemizó varias veces contra notables adversarios, en asuntos de educación y de ciencia; y le correspondió vivir en los más agitados decenios de la precaria política costarricense, con golpes militares y, como consecuencia, confinamientos y destierros por obra de sus adversarios políticos. Es importante señalar que convivió el tiempo suficiente con los indígenas de Costa Rica para aprender su lengua. Carlos Gagini Chavarría murió en la ciudad que lo vio nacer, en 1925, con 60 años, rodeado de reconocimiento y admiración, tras haber rechazado una pensión del estado, pues fue su voluntad trabajar hasta el final de sus días.
El trabajo filológico de este autor –especialmente, el lexicográfico– es muy considerable. La primera obra que llevó a las prensas fue su Ensayo lexicográfico sobre la lengua de Térraba, un pequeño diccionario repartido en 17 secciones (a partir de agrupaciones nocionales), sobre una lengua, el térraba, hablada en la costa caribeña, entre Costa Rica y Panamá. Al año siguiente, apareció el Diccionario de barbarismos y provincialismos de Costa Rica, obra en la que incluyó las voces de origen indio usadas en el español costarricense (y no incluidas en los diccionarios generales), algunas palabras y neologismos castellanos tampoco recogidos por esos repertorios, los términos castizos aplicados con acepciones impropias, los vicios prosódicos y ortográficos más extendidos, los arcaísmos y extranjerismos, y algunos modismos y refranes nacionales; en total, el repertorio está compuesto por más de 3000 entradas y un suplemento final. Esta obra fue ampliada, y publicada en 1919, bajo el título de Diccionario de costarriqueñismos, y contiene como novedades un profundo estudio sobre los nombres geográficos del país, y con ese mismo título pareció la 3.ª edición en 1975 (Editorial Costa Rica, San José), y como 5.ª en 1989 (por la misma editorial). En 1897 apareció su Vocabulario de las escuelas, que incluía unas listas de palabras, por campos designativos, y unos breves ejercicios de ortografía; también en ese año, fueron editados los Ejercicios de lengua castellana, que le valieron a su autor la medalla de oro en la Exposición de Guatemala. En el primer año del siglo XX, Gagini editó una obra titulada El lector costarricense, que contenía una serie de textos (algunos, de carácter filológico) destinados a las escuelas; este manual fue reeditado en 1907 (María v. de Lines, San José de Costa Rica) y en 1924 (Joseph Wachtel Printing and Bilding Corporation, Nueva York). En el año 1904 publicó dos manuales, El vocabulario de los niños. Curso Elemental para los grados 2.º y 3.º de las Escuelas Primarias y El vocabulario de los niños. Curso Elemental para los grados 4.º, 5.º y 6.º de las Escuelas Primarias; ambos eran adaptaciones al castellano de un método acuñado en Francia destinado al suministro del léxico a los alumnos de la enseñanza primaria. En 1907 vio la luz los Elementos de gramática castellana –con reediciones en 1914 (Imprenta «La República», San Salvador), 1916 (Tipografía Lehmann, San José de Costa Rica, 1916) y 1919 (Tipografía Lehmann, San José de Costa Rica)–, texto que ahonda en la descripción de los conocimientos gramaticales esbozados en los manuales de 1904, y consta de cuatro partes: Fonología, Etimología, Morfología y Sintaxis.
Jaime Peña Arce