Ramón Manuel Garriga y Nogués fue un helenista, latinista y hebraísta español del siglo XIX. Nació en la localidad barcelonesa de Vich, capital de la comarca de Osona, en 1835. Su familia, dedicada al comercio y a la banca, pudo proporcionarle una esmerada educación, la mayor parte de la cual transcurrió en Zaragoza, ciudad a la que los Garriga se trasladaron a mediados del decenio de 1840. En la capital aragonesa consiguió nuestro protagonista el título de bachiller y, ya en Barcelona, se licenció en Filosofía y Letras (1861). Seguidamente, se doctoró en la Universidad Central de Madrid en 1863. Casi recién doctorado, y tras unos breves meses como profesor en el instituto de Ciudad Real, ganó por oposición la cátedra de Hebreo en la Universidad de Santiago de Compostela, en la que permaneció durante cuatro cursos. En 1867 regresó a la capital catalana para ocupar la cátedra de Griego de su Universidad, puesto e institución en la que continuó su quehacer docente e investigador hasta el final de sus días. Convertido en una figura señera de la intelectualidad decimonónica catalana, llegó a ocupar puestos académicos muy relevantes: fue decano de la Facultad de Filosofía y Letras y, aunque por poco más de un año, rector de la Universidad de Barcelona. Gracias a su enorme prestigio, y pese a haber cumplido la edad reglamentaria para la jubilación, le fue concedida una prórroga en 1905; no obstante, su precario estado de salud apenas le dejó disfrutar de ella. Garriga y Nogués falleció en Barcelona, en 1906 y con 71 años, debido al avance de una enfermedad neurodegenerativa que llevaba minándolo desde muchos años atrás. Sus restos mortales fueron honrados en la propia Universidad y despedidos en un homenaje multitudinario. Profundamente católico y devoto del monasterio aragonés de la Misericordia, en Borja (Zaragoza), recibió sepultura frente al presbiterio de su iglesia.
El trabajo filológico de este autor se centró en la pedagogía de las lenguas griega, latina y hebrea. Sus primeras obras, Elementos de gramática hebrea y Manual práctico de la lengua hebrea, se centraron en la descripción de esa lengua semítica y fueron creadas ante la escasez de materiales que, para tal estudio, había en la España de la época; sus destinatarios principales fueron los estudiantes de los seminarios conciliares y de las facultades de Teología. Unos años después, en su Gramática latina, el catalán defendió un aprendizaje basado en la lógica y no únicamente en la memoria; sin embargo, este manual quedó truncado, pues solo vio la luz el primero de sus tomos. Finalmente, la Gramática griega apareció dividida en dos volúmenes: el primero, que incluía los capítulos dedicados a la fonología y a la morfología; y el segundo, que trataba sobre la etimología, la sintaxis y la prosodia. De entre todos estos títulos, fueron el Manual práctico de la lengua hebrea y la Gramática griega los que gozaron de un mayor éxito editorial, ya que llegaron a ver una segunda edición en 1889 (Imprenta de Jaime Jepús, Barcelona) y en 1893 (Imprenta de Heinrich y compañía, Barcelona), respectivamente.
Jaime Peña Arce