Manuel Hernández de Gregorio fue un farmacéutico y lexicógrafo aficionado de la Ilustración española. Nació en 1771 en la localidad abulense de Zapardiel de la Cañada, situada en el extremo noroccidental de esa provincia, casi en el límite con la de Salamanca. Desconocemos la calidad de la familia en la que vio la luz, así como todos los datos relativos a su infancia. Existe constancia de que cursó estudios de Gramática (española y latina) y de Filosofía, aunque no sabemos dónde, y de que se licenció y doctoró en Química. En 1797 ingresó por oposición en la Real Botica, sita en un ala del Palacio Real de Madrid, donde desarrolló una parte notable de su carrera profesional. Nuestro protagonista, dentro de la turbulenta España de comienzos del siglo XIX, siempre mostró sus simpatías por, primero, Carlos IV (1748-1819, rey de España entre 1788 y 1808) y, segundo, por la ideología liberal. Por estas razones, plantó cara a la invasión francesa participando en la Guerra de la Independencia (1808-1814) como primer boticario del ejército de Extremadura y, con el ascenso al trono de Fernando VII (1784-1833, rey de España en 1808 y entre 1814 y 1833), abandonó su trabajo en la Real Botica para abrir su propio establecimiento. Gracias al prestigio adquirido, no tuvo problemas para sostenerse. Hernández de Gregorio alcanzó una notable fama en su quehacer profesional y sus buenas prácticas fueron recompensadas con su nombramiento como miembro del Colegio de Farmacéuticos de Madrid, de la Sociedad Económica de Amigos del País y de la Academia Médica de Madrid. También fue constante y muy aplaudida su producción erudita, que cristalizó en numerosos escritos y tratados. Finalmente, falleció en Madrid en 1833, cuando contaba con 62 años de edad.
El trabajo filológico del abulense se concretó en una práctica lexicográfica íntimamente ligada a sus disciplinas dilectas –la Química, la Botánica y la Farmacopea–, que dio lugar a la composición de un abultado diccionario. La primera edición de esta obra salió al mercado en dos tomos en 1798, formada por una sucesión de artículos de gran extensión en los que, alfabéticamente, se explican diversos conceptos y términos relacionados con esas disciplinas del saber. La segunda edición, corregida y notablemente aumentada, fue impresa en 1803, esta vez en tres volúmenes y con un nuevo título: Diccionario elemental de farmacia, botánica y materia médica, o aplicaciones de los fundamentos de la química moderna en todos sus ramos.
Jaime Peña Arce