Matthias Kirchmayr o Mattia Chirchmair, según aparece su nombre en la portada de la Gramática, italianizado, debía ser de origen germánico, como lo confirma la forma alemana empleada en otras obras (por ejemplo, en la Grammatick oder Unterricht der teutsch und welschen Sprach, 3ª ed., Giovanni Parone, Trento). Ello, unido a su buen conocimiento del italiano y del alemán y a que publicara alguna de sus obras en Trento, permiten pensar que probablemente fuera originario del Trentino o del Alto Adigio (en la Italia actual). Fue maestro de lenguas en la Academia de Nobles de Florencia, como hace constar en ese mismo lugar. Al final de la dedicatoria de la Gramática española e italiana firma como profesor de lenguas en la academia de los nobles de Florencia. Y nada más sabemos de su vida. El manual fue escrito a instancias de Jacopo Carlieri, quien se lo solicitó como obra paralela la gramática francesa y alemana, y corrigió el texto, según cuenta su hijo Carlo Maria Carlieri en una nota inicial. Aquel corrió, además, con los gatos de las dos ediciones de la obra. De todo ello se desprende que no solamente conocía, aunque no demasiado bien, el español, sino también el italiano, el francés y el alemán, esta posiblemente su lengua materna. La segunda edición (Bernardo Paperini, Florencia, 1734), se estampó aprovechando que el futuro rey Carlos III (1716-1788) de España (reinó de 1759 a 1788) accedía al trono de Nápoles (como Carlos VII, 1734-1759), lo que supondría un gran impulso para lengua española en la península itálica, y mostraba la visión comercial de Carlieri.
La Gramática española e italiana incluía la gramática propiamente dicha (con la indicación de la pronunciación de las letras), redactada en italiano –deudora de la de Lorenzo Franciosini (¿1600?-¿1645?) aunque no la copia–, a la que seguían cuatro diálogos en español e italiano copiados de los de Juan Ángel de Zumarán (¿?-1621-1634-¿?), unos refranes y frases también bilingües, un «Vocabulario», que no es sino una nomenclatura igualmente bilingüe, igualmente deudora de la de Franciosini, y, finalmente una colección de cuentos titulada «Novelas» –muchos de ellos procedentes de Ambrosio de Salazar (¿1575?-¿1643?)–, con lo que se cerraba un completo manual para el aprendizaje de nuestra lengua por parte de los italianos.