Mariano Madramany y Calatayud nació en La Alcudia (Valencia) en 1746. Entre 1762 y 1765, cursó Humanidades y Filosofía en la Universidad de Valencia y, en 1765, se matriculó en Derecho civil. Completó sus estudios en 1768, año en el que recibió el título de doctor en leyes. Desde ese momento hasta 1774, inició su preparación para conseguir una cátedra con pavordía, sin embargo, tras varios intentos infructuosos y unos meses en una cátedra temporal de Instituta, tuvo que orientar su futuro profesional hacia el ejercicio de la abogacía. Para ello, se trasladó a la capital, donde desarrolló su carrera como jurista. En los últimos años del siglo XVIII, retomó los intentos para conseguir una plaza meritoria, en este caso la de oidor o fiscal en su ciudad natal, pero fracasó nuevamente, por lo que se vio obligado a regresar a Madrid en 1798 para solicitar la plaza de bibliotecario en los Reales Estudios de San Isidro. Su petición fue desestimada y el desánimo lo llevó a plantearse la carrera eclesiástica. En 1815 fue nombrado secretario del Secreto del Santo Oficio y, apenas dos años más tarde, fiscal en Mallorca, donde falleció en 1822.
La obra de Madramany abarca varias disciplinas: jurídica (Tratado de la nobleza de la Corona de Aragón, especialmente del reino de Valencia, comparada con la de Castilla, para ilustración de la Real Cédula de D. Luis I de 14 de agosto de 1724, Josef y Tomás de Orga, Valencia, 1788), económica (Discurso sobre la segunda cosecha de la seda, sus ventajas, sus inconvenientes y las precauciones que podrían tal vez evitarlos, Andrés de Sotos, Madrid, 1787) y religiosa (Ethicorum libri III, Francisco Brusola, Valencia, 1816), entre otras. También mostró interés por las letras (El engaño feliz. Novela ejemplar que manifiesta los precipicios a que se exponen las incautas doncellas en dar oído a los jóvenes y a los malos consejos de una falsa amiga: ansimismo, enseña a los padres a velar sobre la educación y custodia de sus hijas al cargo de las mugeres extrañas. Tomado su argumento de las obras de Le Sage, Hermanos de Orga, Valencia, 1795), no solo con el propósito de entretener, sino también con el de enseñar. A este último responde su Tratado de la elocución, una retórica con una larga nómina de autores como referencia, cuyos diecinueve capítulos versan exclusivamente sobre la elocutio. Fue reeditado en Caracas (Valentín Espinal, 1829).