José Toribio Medina Zavala fue un polígrafo, historiador, bibliógrafo, lexicógrafo, documentalista, archivero, militar, catedrático y diplomático chileno, así como uno de los intelectuales más reputados de la historia del país andino y de toda Hispanoamérica. Nació en 1852 en el seno de una acomodada familia criolla de Santiago de Chile. Sin embargo, debido a la profesión de su padre, pasó su infancia en diversas ciudades del país. En 1865, asentada la familia de forma definitiva en la capital chilena, nuestro autor comenzó los estudios de Humanidades en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, el centro de enseñanzas medias más prestigioso –aún en la actualidad– de toda la República; seguidamente cursó la carrera de Derecho en la Universidad de Chile, obteniendo la licenciatura en 1873. Recién licenciado, le fue adjudicado un puesto en la embajada en Lima: en la antigua Ciudad de los Reyes rastreó sus archivos en busca de documentación sobre la etapa virreinal. A los pocos meses, y hasta 1877, comenzó su primer viaje a Europa: tras unos meses en Filadelfia (Estados Unidos) arribó a Londres, desde allí viajó a París y finalmente a Madrid, durante este periplo –el primero de varios viajes por el Viejo Continente– se formó en diversas técnicas, como la formación de museos y la conservación de documentos antiguos. De vuelta en Chile (1877) se alistó en el ejército y se ofreció como voluntario para luchar en la Guerra del Pacífico (1879-1883), conflicto ganado por los chilenos y que los enfrentó a la alianza de Perú y Bolivia; durante este periodo, Medina creó un pequeño archivo dependiente de la Capitanía General. Terminada la contienda (1884), se le otorgó un puesto en la legación en Madrid en el que permaneció por espacio de tres años dedicado al expurgo de todos los archivos históricos españoles, en especial, el Archivo General de Indias de Sevilla, en los que se hizo con una cantidad ingente de documentación sobre el periodo de dominación española en América. En 1887, ya de vuelta en Santiago, se convirtió en impresor para poder imprimir con el mayor celo posible las obras por las que todavía hoy es recordado, de entre todas ellas cabe destacar los Documentos inéditos para la historia de Chile (En casa del autor, Santiago de Chile, 1888-1902), obra inspirada en la colección análoga publicada en España por la Real Academia de la Historia, compuesta por 30 volúmenes editados a lo largo de 25 años. Como consecuencia del estallido de la Guerra Civil chilena (1891), que enfrentó a los defensores de un sistema presidencialista frente a los partidarios de un modelo más parlamentarista, Medina –tras la victoria de los segundos y al haberse decantado por los primeros– se vio forzado a exiliarse en Buenos Aires, ciudad desde la que comenzó su tercer viaje a Europa. En 1895 regresó a Chile y continuó con la impresión de su ambiciosa colección junto con otras publicaciones. En 1897 se le hizo entrega de la cátedra de Historia Documental en la Universidad de Chile. A este destino dedicó el resto de su vida y por espacio de 30 años vivió entregado a sus labores docentes e investigadoras, consagrado ya como uno de los intelectuales más prestigiosos a ambos lados del Atlántico. Medina donó a la Biblioteca Nacional de Chile gran parte de la enorme recopilación bibliográfica que había reunido a lo largo de su vida: más de 60 000 impresos y 1668 manuscritos originales conforman hoy la Biblioteca Americana José Toribio Medina, atesorada en esa institución.
El legado de José Toribio Medina es inconmensurable. Dejó publicados innumerables estudios históricos, historiográficos, etnográficos, arqueológicos, numismáticos, cartográficos, bibliográficos, literarios… Son igualmente sobresalientes sus trabajos sobre la imprenta en América y Filipinas, así como aquellos que recogían todo lo publicado sobre la América española y Chile en España y Europa –tanto en latín como en castellano– entre 1493 y 1810. La labor filológica de este autor se centró en la recuperación de textos de lingüística virreinal sobre lenguas amerindias chilenas –en especial, sobre la obra de Luis de Valdivia, S. I. (1561-1642), y su Doctrina cristiana y catecismo con un confesionario, arte y vocabularios breves, Imp. de E. Rasco, Sevilla, 1894– y su constante colaboración con los trabajos de redacción del diccionario de la Real Academia Española, a la que fue sugiriendo la incorporación de un número importante de chilenismos. En este sentido, el primero de sus trabajos, Voces chilenas de los reinos animal y vegetal […], abordaba una cuestión capital que ya había ocupado a gran cantidad de cronistas y lingüistas del periodo virreinal: cómo designar a las realidades americanas que carecían de equivalente en el Viejo Mundo; en el segundo, Chilenismos. Apuntes lexicográficos, Medina –al calor de la Exposición Iberoamericana de Sevilla (1929) y tras congratularse por los nuevos aires panhispánicos de la decimoquinta edición del DRAE (1925)– sugiere la inclusión de nuevas voces chilenas en futuras salidas.