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Pedro de Mugica Ortiz de Zárate fue un filólogo, profesor, lexicógrafo, compositor y crítico musical nacido en Bilbao (España) en 1854 en el seno de una familia acomodada. Los datos sobre su biografía son bastante escasos: parece que cursó los estudios primarios y secundarios en su ciudad natal y, al comenzar su etapa universitaria, se trasladó a Madrid, donde comenzó a estudiar Ciencias Naturales sin llegar a licenciarse. Posteriormente, amplió sus estudios en Inglaterra y Francia –donde trabó relación con Rufino José Cuervo (1844-1911)– y optó, sin éxito, a una cátedra de francés en la Universidad de Deusto. Desengañado con el ambiente intelectual y universitario español, Mugica se instaló en Berlín a finales del decenio de 1880 y ejerció como profesor de español en la Escuela Superior de Comercio de la Universidad Friedrich-Wilhelm (hoy, Universidad Humboldt de Berlín). Pasó el resto de su vida en la capital alemana, donde ejercía sus labores docentes e investigadoras, aunque realizando frecuentes viajes a España. Mantuvo correspondencia con algunos de los más prestigiosos intelectuales y filólogos de su tiempo, tanto españoles, Miguel de Unamuno (1864-1936) o Antoni M. Alcover (1862-1932), como extranjeros. Tras más de medio siglo murió a los 90 años en un Berlín asolado por los bombardeos aliados y solo unos meses antes del final de la Segunda Guerra Mundial.
Aunque la labor filológica de este autor es considerable, su carácter heterodoxo, mordaz y burlón –unido a su largo distanciamiento de las principales instituciones culturales de la España de su tiempo– determinan el gran desconocimiento que existe sobre su considerable producción científica. Además de numerosos artículos publicados en la revista Zeitschrift fur romanische Philologie, muchos de ellos aún hoy sin estudiar, destaca su primer gran trabajo: Gramática del castellano antiguo, del que solo vio la luz el primer volumen, dedicado a la Fonética, y anterior a la mucho más conocida de Ramón Menéndez Pidal (1869-1968). Sus dos obras siguientes, Maraña del Diccionario de la Academia y Maraña del idioma. Crítica lexicográfica y gramatical, suponen un ataque directo y furibundo a la Real Academia Española, institución que fue el objeto de frecuentes dardos por parte de Mugica hasta la reconciliación producida tras el nombramiento del expatriado como académico correspondiente extranjero en Berlín, a finales de los años 20. Dentro de la labor filológica del bilbaíno siempre destacó el profundo interés que sentía por la Dialectología como principal evidencia de conexión entre las diferentes lenguas románicas. Dentro de este interés se inserta la última de sus grandes obras publicadas: Dialectos castellanos. Montañés, vizcaíno, aragonés. Toda esta producción se difundió ampliamente por Alemania y, pretiriendo España, alcanzó fama en toda Hispanoamérica, hasta tal punto que, años después de su muerte, dos intelectuales sudamericanos, el chileno Miguel Luis Amunátegui Reyes (1862-1949) y el argentino José María Monner Sans (1896-1987) le dedicaron numerosos estudios y fundaron la «Sociedad Mugicana», consagrada a la pervivencia de su legado.
Gramática del castellano antiguo, O. R. Reisland, Leipzig, 1891.
Dialectos castellanos. Montañés, vizcaíno, aragonés, Heinrich & Kemke, Berlín, 1892.
Jaime Peña Arce