Son escasas las noticias que tenemos de la vida de Antonio Pérez Sigler, y son las que se pueden extraer de lo que dice en sus obras. No sabemos la fecha de su nacimiento (Juan Antonio Pellicer la sitúa por los años de 1560), aunque sí que era oriundo de Salamanca, ciudad de la que era vecino cuando se le concede el privilegio de su obra (en julio de 1579). Bartolomé José Gallardo, al reproducir unos versos del soneto del licenciado Diego Gil de Castro que antecede al texto de Los quinze libros de los Metamorphoseos, se pregunta si nuestro autor no sería hijo del doctor Alonso Pérez (¿?-1596), autor de la Segunda parte de la Diana de George de Monte Mayor (Tomás Porralis, Madrid, 1578). Estudió en la universidad salmantina Retórica y Leyes. Ejerció la abogacía con tino, y era consultado por los ministros de los sucesivos monarcas, por lo que residió temporadas junto a la corte, en Madrid y en Valladolid, y en Talavera de la Reina (Toledo), de donde era natural su mujer, al menos entre 1619 y 1636. Después, ya mayor, estuvo en Nápoles, donde debió morir después de 1641.
En 1580 publicó una traducción, realizada en su época de estudiante, de las Metamorfosis de Ovidio bajo el título de Los quinze libros de los Metamorphoseos del excelente poeta latino Ouidio. Traduzidos en verso suelto y octaua rima por Antonio Pérez, con sus alegorías al fin de cada libro (Juan Perier, Salamanca), en la que el impresor no puso todo el cuidado debido, por lo que trabajó en ella para dar a la luz un texto corregido, y así, en 1609, tuvo una nueva edición (el privilegio es de 1605) en la que le añadió un «Diccionario poético donde se contienen todos los nombres de personas, reynos, provincias, pueblos, ríos, fuentes, montes, valles, árboles, animales, peces y aves, y otras cosas de las que hace mención Ovidio en sus Metamorphoseos, y otros poetas, por el orden del A.B.C.», que es la razón por la cual Pérez Sigler está en la BVFE. Se trata de un largo vocabulario que se extiende por 322 páginas para explicar, fundamentalmente, los nombres propios a los que alude en el título, de la antigüedad, con escasísimos nombres comunes, por lo general tomados de las lenguas clásicas.