Patricio de la Torre –religioso, académico, bibliotecario y uno de los arabistas españoles más importantes de su tiempo– nació el año 1760 en la localidad de Orgaz (Toledo) en el seno de una familia modesta. Pasó su infancia en la cercana localidad de Consuegra, donde aprendió las primeras letras. Con 16 años (1776) profesó como religioso dentro de la orden jerónima en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y después de siete años de vida monacal, durante los que cursó las disciplinas de Teología y Filosofía, se ordenó sacerdote en 1783. Un año después, ya en la capital, comenzó los estudios de Árabe en los Reales Estudios de San Isidro dentro de la cátedra del controvertido Mariano Pizzi (¿primera mitad del siglo XVIII?-1791). Durante el último tercio del siglo XVIII los estudios arábigos en España fueron estimulados desde la administración: la firma en 1767 del Tratado de Amistad y Comercio entre Carlos III (1716-1788) y el sultán de Marruecos, Sidi Mohamed (1710-1790), fue determinante. El intercambio diplomático y comercial entre ambos países creció considerablemente, por lo que la necesidad de traductores –conocedores no solo del árabe clásico, sino también del dialectal marroquí– se hizo acuciante, máxime cuando los únicos intérpretes de que se disponía sobre el terreno presentaban grandes carencias: evangelizadores franciscanos, que escasamente se habían familiarizado con la lengua local, y descendientes de sefardíes españoles, cuyo castellano distaba mucho del hablado por los peninsulares de finales del siglo XVIII: la formación de traductores capaces de desenvolverse en dariya se convirtió en una cuestión de estado y recibió financiación y apoyo oficial en consecuencia. Así las cosas, Fray Patricio, tras terminar sus estudios (1786), fue designado para ocupar la primera cátedra de Árabe del Colegio de San Lorenzo (San Lorenzo de El Escorial, Madrid), cargo que compaginó con el de bibliotecario segundo de la Real Biblioteca del Monasterio. En 1798, por designación real y comisionado por Jovellanos (1744-1811), comenzó un viaje de cuatro años por el norte de Marruecos con el doble objetivo de perfeccionar sus conocimientos del árabe marroquí y adquirir manuscritos para la Real Biblioteca; después de recorrer en compañía de varios discípulos, entre ellos, Manuel Bacas Merino (¿segunda mitad del s. XVIII?-¿primera mitad del s. XIX?), ciudades como Tánger o Larache, regresó a España en 1802. Reincorporado a sus labores en El Escorial, y recién nombrado miembro de la Real Academia de la Historia, De la Torre comenzó los trabajos de estudio y edición del Vocabulista aráuigo en letra castellana (Juan Varela de Salamanca, Granada, 1505) del también monje jerónimo Pedro de Alcalá (ca. 1455-post 1508), labor que –pese a obsesionarlo toda su vida y ser la causa principal de su viaje a Berbería– se vio truncada por el advenimiento de la invasión francesa (1808) y la consecuente Guerra de Independencia (1808-1814). Patricio de la Torre siempre se mostró contrario a la ocupación napoleónica y manifestó su rechazo al nuevo monarca, José I Bonaparte (1768-1844): por ello, en 1808, se trasladó a Sevilla, cuya Junta de Defensa lo nombro cónsul en Tánger: así comenzó su segundo viaje a Marruecos, que concluyó con su arribo a Cádiz en 1810 y el inicio de su colaboración con el Consejo de Regencia, asentado en la capital gaditana. En 1813, ante la retirada del enemigo, regresó a Madrid y después a El Escorial, donde se dedicó a catalogar los daños que había producido el expolio de bienes culturales por parte del ejército francés. En 1817 fue premiado con el nombramiento de prior del Monasterio, aunque no lo pudo ejercer durante mucho tiempo: solo dos años después (1819) moría a los 59 años de edad.
La gran labor filológica de este autor fue, como se ha indicado, la refundición de la obra de Pedro de Alcalá: en concreto, la trasposición al alifato de los términos árabes que Alcalá había transcrito por medio del alfabeto latino. En la actualidad, este trabajo se conserva en forma manuscrita en la Biblioteca de El Escorial. Igualmente, en colaboración con su compañero de estudios Miguel García Asensio (¿mediados del siglo XVIII?-¿primera mitad del siglo XIX?), compuso en fecha muy temprana –recién termindados sus estudios–, Ensayos sobre la gramática y poética de los árabes, obra fundamentalmente pedagógica, basada en estudios precedentes, que proponía una serie de ejercicios para el aprendizaje del árabe. Además, De la Torre fue autor de un material complementario, Colección de refranes y adagios árabes y su traducción castellana, nunca publicado hasta fechas recientes –lo hizo el arabista Francisco Moscoso García en 2011–, a la obra de su discípulo, Manuel Bacas Merino, Compendio gramatical para aprender la lengua arábiga, así sabia como vulgar (Imprenta de Sancha, Madrid, 1807).
Miguel García Asensio fue un arabista español. Los datos que la investigación maneja sobre su vida son muy escasos: nació en la localidad de Albaladejo del Cuende (Cuenca) en los años mediales del siglo XVIII. Se formó primero en Derecho, y después como arabista (1784-1786), en los Reales Estudios de San Isidro de Madrid bajo la tutela del controvertido catedrático Mariano Pizzi (¿primera mitad del siglo XVIII?-1791), a quien –andado el tiempo– llegó a sustituir en su puesto: primero, y hasta 1796, de forma interina, y después, con plaza en propiedad. Su ejercicio docente coincidió con el florecimiento de los estudios árabes en España, catalizado por el estímulo gubernamental producido por la necesidad de más y mejores traductores de esa lengua, debida a los nuevos lazos económicos y diplomáticos sancionados por el Tratado de Amistad y Comercio, acuerdo firmado en 1767 entre España y Marruecos. No se conocen más detalles sobre la vida de este autor, aunque hay constancia de que en 1808 seguía ocupando la cátedra de Árabe en la mencionada institución.