Antonio de Ulloa y de la Torre-Giral nació en Sevilla en 1716. Fue una de las figuras señeras del siglo XVIII español, y su nombre es universal por haber participado, junto a Jorge Juan (1713-1776), en la expedición que midió la longitud de un arco de meridiano terrestre en las proximidades de la ciudad de Quito. Además de ser un extraordinario científico fue un excelente navegante, llegando a alcanzar el puesto de director general de la Armada, cargo que desempeñaba cuando murió, en 1795, en la Isla de León (Cádiz). En el mismo año de su muerte aparecieron publicadas en Madrid sus Conversaciones, bello libro pues no en vano Ulloa, en palabras de Sempere y Guarinos, «fue de los primeros que contribuyeron a perfeccionar la impresión, y la enquadernación, en todas sus partes, haciendo venir de los países donde se hallaban más adelantadas estas artes, las noticias necesarias, y conforme a ellas se fabricó el papel en Capelladas; se dispusieron los typos de metal más consistente que el que se usaba; se adquirieron matrices para fundirlos; y se perfeccionó la tinta, para que fuese más permanente». Pero la belleza del libro no solo radica en su aspecto material, sino en la intención de su contenido. Ulloa, ya mayor, quiere ofrecer a sus hijos cuantos conocimientos le ha proporcionado la experiencia de la navegación. Entonces, el segundo de sus hijos, Antonio, era un experimentado marino que había circunnavegado el mundo, y los otros dos, Buenaventura y Javier, no lo eran menos, pues ya habían realizado la ruta de América. Sin embargo, los amplios conocimientos de don Antonio aún podían ser de utilidad para ellos, y todavía más para aquellas personas cuyo trato con la mar no fuera frecuente. La exposición del contenido no se hace en forma de diálogo, como pudiera desprenderse del título de Conversaciones, sino que es el relato de una sola persona, aunque teniendo presentes siempre a los destinatarios de la narración. Pese a su carácter técnico, las Conversaciones de Ulloa son de fácil lectura, en ocasiones amena, por las anécdotas con que están salpicadas.
Si las Conversaciones de Ulloa aparecen en la Biblioteca Virtual de la Filología Española es porque añadió al final del libro (págs. 233-262) un glosario con los tecnicismos empleados, sin ningún encabezamiento particular, aunque en la nota preliminar alude a él como «vocabulario». Es un breve repertorio de apenas treinta páginas, cuya presentación deja mucho que desear desde el punto de vista lexicográfico, y no todas las voces especializadas del texto precedente aparecen en la relación. Su interés estriba en que no son pocas las voces registradas que constituyen la primera documentación en nuestra lengua.