José de Viera y Clavijo es el ilustrado canario de mayor renombre. Debido a su complexión endeble prefirió el estudio a cualquier otra actividad. Nació en Los Realejos (Tenerife) en 1731. Realizó sus primeros estudios en el convento de los dominicos de La Orotava (Tenerife). En 1750 se ordenó de menores en San Cristóbal de La Laguna (Tenerife) y, poco después, de mayores en Las Palmas de Gran Canaria. Entre 1757 y 1770 ejerció de párroco en La Laguna, donde asistía a las tertulias de las mejores casas. En 1770 va a Madrid para procurar la publicación de su historia de las Islas Canarias, y allí se queda como preceptor del marqués del Viso, con el cual –y con los duques del Infantado– realizó un viaje a Francia y Flandes entre 1777 y 1778, que dejó descrito en un diario publicado póstumamente (Apuntes del diario e itinerario de mi viage a Francia y Flandes [...] en los años de 1777 y 1778, Imprenta, Litografía y Librería Isleña, Santa Cruz de Tenerife, 1849). Fallecido el joven marqués del Viso en 1779, entre 1780 y 1781 fue a Italia y Alemania (Estracto de los apuntes del diario de mi viaje desde Madrid a Italia y Alemania [...] por los años 1780 y 1781, Imprenta, Litografía y Librería Isleña, Santa Cruz de Tenerife, 1849) con el marqués de Santa Cruz, padre de aquel y director de la Real Academia Española (1776-1802). Con los marqueses realizó otros viajes a sus posesiones en tierras de La Mancha. Todos estos viajes, sin duda, hicieron que se interesara por las ciencias y obtuviera licencia para leer libros prohibidos. En 1777 había nombrado miembro supernumerario de la Real Academia de la Historia, probablemente gracias a la influencia del marqués de Santa Cruz y sus relaciones con Campomanes (1723-1802), a la sazón director de la Institución. En 1782 es nombrado arcediano de Fuerteventura en la catedral grancanaria. En 1784 ya se encuentra en Las Palmas, donde permanecerá el resto de su vida, pese a los ofrecimientos que se le hicieron para regresar a Madrid. Fue director de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas, donde murió en 1813, y en cuya catedral fueron depositados sus restos en 1860. Como pensador no aceptaba lo impuesto por la tradición, sino que consideraba la razón como único criterio para conocer la verdad, lo que le acarreó algún que otro conflicto con el Santo Oficio.
Viera fue autor de diversas obras, algunas son composiciones poéticas, otras intentos teatrales y narrativos, algunas de carácter didáctico en prosa. Destaca, por encima de todas ellas, su historia de las Islas Canarias (Noticias de la historia general de las Islas Canarias. Contienen la descripción geográfica de todas. Una idea del origen, carácter, usos y costumbres de sus antiguos habitantes, de los descubrimientos y conquistas que sobre ellas hicieron los europeos [...], 4 t., Imprenta de Blas Román, Madrid, 1772-1783), que había comenzado a escribir en 1763. Su Diccionario de Historia Natural es fundamental para el conocimiento de la flora y la fauna, tanto terrestre como marítima, de las Islas, hasta el punto de que son varias las especies que llevan su nombre. No es un diccionario en sentido estricto, pues en él, además de las definiciones que hay en muchas palabras, se encuentran frecuentes explicaciones y descripciones de lo nombrado, haciendo de él un catálogo enciclopédico y un tratado de Ciencias Naturales, y el más antiguo de los repertorios de voces canarias.