Tomás Ximénez de Embún y Val fue un archivero, militar, historiador y filólogo español nacido en Zaragoza, en 1843, en el seno de una familia aristocrática proveniente de una localidad cercana a la capital, La Almunia de Doña Godina. Realizó los estudios primarios y secundarios en su ciudad natal, en cuya universidad se licenció más tarde en Derecho y Filosofía y Letras. Se desconoce cuál fue su labor profesional durante los primeros años, aunque parece que estuvo relacionada con la milicia: se formó como oficial en la Academia de Artillería de Segovia y alcanzó el grado de comandante, posteriormente –y por espacio de 50 años– estuvo vinculado a la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza; durante el tiempo en que desempeñó cargos en el Ejército, compaginó sus labores militares con su pasión por la investigación histórica y filológica, interesándose por los archivos de todas las instituciones en las que colaboró. En el último cuarto del siglo XIX era ya una figura prominente de la intelectualidad aragonesa (no en vano, era correspondiente por su provincia de la Real Academia de la Historia), con fecundas colaboraciones en la Revista de Aragón; a finales de esta centuria –no se sabe exactamente cómo ni cuándo– abrazó la vida civil con el ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Luis (Zaragoza), centro en el que ejerció como bibliotecario. En 1900 fue nombrado archivero interino del Ayuntamiento de Zaragoza y en 1913 consiguió la plaza en propiedad junto con la dirección de su biblioteca. Desde 1915 y hasta su muerte fue cronista oficial de la ciudad.
Su labor investigadora gravitó en torno a dos grandes áreas: la Historia, en especial la de su ciudad y la de del antiguo Reino de Aragón, y la Filología, con notables trabajos sobre la diacronía del español y pequeñas incursiones en la descripción del vernáculo aragonés a comienzos de la Edad Moderna, cuando su imbricación con el castellano era ya más que notable. A este respecto destaca su Vocabulario de las palabras y frases anticuadas y extrañas […], que incluyó como apéndice a la edición de la Crónica de San Juan de la Peña, el texto más antiguo conservado sobre la historia del Aragón medieval atribuido a un monje del siglo XII, Pedro Marfilo, O. S. B. (¿?-¿?), con original en latín, y a su traducción castellana datada en el siglo XVI; es de esa traducción de la que extrae los aragonesismos, que él califica como occitanismos, y que quedan recogidos en su pequeño diccionario.