Carlos Yeves y Lario, autor nacido en Madrid en 1822, fue un pedagogo español del siglo XIX. Más allá de los datos de su nacimiento, no se conserva ninguna información sobre los primeros 30 años de su vida: su extracción familiar, su formación académica o su trayectoria durante aquellos turbulentos años de la historia de España son un absoluto misterio. La primera fecha conocida de su periplo vital es la de 1851, año en el que es nombrado inspector de primera enseñanza para la provincia de Cuenca –parece ser que, con anterioridad a este nombramiento, el madrileño fue profesor en la Escuela Normal de la capital conquense–; mantuvo ese cargo hasta 1857, momento en el que pasó a ocupar un puesto análogo en la provincia de Burgos. Dos años después, en 1859, y con los nuevos aires que trajo consigo la recién aprobada Ley Moyano, fue designado director de la Escuela Normal de Tarragona, que volvió a abrir sus puertas tras permanecer dos lustros cerrada; en esa ciudad catalana vivió nuestro autor los siguientes nueve años y llegó a dejar una huella imborrable por la calidad de su trabajo (cabe mencionar la fundación, en 1862, de la Escuela Normal de Maestras de la ciudad o la formulación –por primera vez en España– del sistema cíclico de organización de la enseñanza, realizada mediante un tratado, impreso en las prensas tarraconenses). En 1867, y gracias a la experiencia acumulada, consiguió ascender a la dirección de la Escuela Normal de una provincia de primera –es decir, cabeza de un distrito universitario–, la de Zaragoza, donde permaneció 10 años. A finales de 1877, y ya como catedrático, se trasladó a Madrid, en cuya Escuela de Artes y Oficios ejerció la docencia, muy centrada en la Geometría y en la Trigonometría. Pese a los grandes vaivenes y sobresaltos del siglo XIX español, la trayectoria de Yeves fue siempre lineal y ascendente, al margen del régimen imperante en cada momento. En 1882, con 60 años, la muerte lo sorprendió –parece que de forma muy repentina– en su ciudad natal, en cuyo cementerio de San Isidro fue enterrado; a título póstumo, le fue concedida la Cruz de Isabel la Católica.
Dentro de su faceta como pedagogo, Yeves destacó como creador de un sinfín de programas de diversas materias destinados a la primera enseñanza; entre esas variadas disciplinas, la Geometría y la Trigonometría ocuparon una posición privilegiada. No obstante, también se adentró en la creación de manuales que permitieran acercar al alumnado los conocimientos gramaticales básicos: así, en 1862, llevó a las prensas sus Procedimientos y ejercicios para la enseñanza de la gramática en las escuelas. En este trabajo, extremadamente respetuoso con las directrices que la Academia recogió en las sucesivas ediciones de su Epítome, el madrileño mostró sus ideas acerca de la Gramática, heredadas de la convención renacentista –muy reforzada durante el periodo ilustrado–, que entendía a esta como la herramienta fundamental de la Lógica. Procedimientos y ejercicios presenta una división en dos bloques: el primero, formado por una serie de ejercicios didácticos ilustrativos de diferentes cuestiones morfológicas y sintácticas; y el segundo, centrado en ejercicios de composición.