Elías Zerolo y Herrera nació en Arrecife (Lanzarote, Islas Canarias) el 6 de abril de 1848. Años después su familia se trasladó a Tenerife, donde prosiguió sus estudios y empezó muy temprano su actividad laboral como periodista en el diario La Federación bajo el acrónimo de su nombre Saile (por Elías). En 1869 fue uno de los cuarenta fundadores del Gabinete Instructivo, donde mostrará sus ideas republicanas próximas al socialismo utópico. Entre el 1871 y 1876 Zerolo emigra a América del Sur con su familia, experiencia que dejó una huella profunda en su formación. A su regreso funda la Revista de Canarias en 1878, que muy pronto se convirtió en un importante foro para el mundo intelectual nacional y extranjero. En 1882 empezará la etapa francesa de su vida con el exilio a París de donde nunca más regresará a España. En este periodo Zerolo desarrolló una importante actividad como traductor, profesor de lengua española y director literario de la editorial Garnier Frères. Falleció en la capital francesa el 1º de julio de 1900.
Autor poliédrico y pluma incansable, escribió cuentos, obras sobre tema de geografía, ciencia y política, además de dedicarse a la lexicografía y gramática. Elías Zerolo ha sido estudiado básicamente por sus ideas políticas, desde la perspectiva de fundador de la Revista de Canarias. La obra fundamental para comprender su punto de vista sobre la lengua es La lengua, la Academia y los académicos (1889). La obra consta de dos bloques, el primero donde expone su opinión acerca de la lengua, la Academia y su labor, presentándose como una recensión de la obra de Baldomero Revidó. (1821-1915) La segunda sección es de interés dialectal, puesto que recoge 132 voces canarias que no aparecen en el diccionario académico y que según el autor merecen la inclusión en él.
La obra con la que enriqueció la tradición lexicográfica española, el Diccionario enciclopédico de la lengua castellana (1895), es uno de los primeros repertorios lexicográficos ampliamente ilustrados, hasta el punto de que en sus dos volúmenes aparecen más de 1400 imágenes. Lo llevó a cabo con otros nombres importantes como Miguel de Toro y Gómez, el intelectual colombiano Emilio Isaza y otros escritores españoles y americanos, el diccionario será el origen de otra obra, el Diccionario de la lengua Castellana extractado del Diccionario enciclopédico compuesto por E. Zerolo, M. de Toro y Gómez, E. Isaza, y otros escritores españoles y americanos (1911). Cabe destacar la relevancia que el autor dio al público hispanoamericano con la inclusión del intelectual colombiano y la mención de los autores americanos.
Miguel de Toro y Gómez nació en Loja (Granada), en 1851. Se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Granada. En 1872 se trasladó a Madrid donde empezó una vida de periodista como redactor de Los Debates, para ser secretario particular del político liberal Práxedes Mateo Sagasta (1825-1903). En 1882 se instaló en París donde permaneció 30 años, durante los cuales colaboró con la Editorial Garnier Hermanos. Desde el 1901 empieza colaborar con otras editoriales parisinas, como Armand Colin y Fernand Nathan. Impulsado por su deseo de conocer Buenos Aires, llego? a la capital porteña en el año 1913, adquiriendo aquella nacionalidad. Con la lectura del epistolario con Rufino José Cuervo (1844-1911), filólogo colombiano de quien se consideraba discípulo, se comprende que de 1914 a 1920 le fuese asignada una cátedra en la Facultad de Filosofía y Letras donde impartió Gramática Histórica. Murió en Buenos Aires en 1922.
Traductor, lexicógrafo, filólogo y gramático, gran parte de su producción la constituyen obras sobre la enseñanza de la lengua española a diferentes niveles. Entre ellas destaca el Método de lengua castellana, según el método Brunot y Bony (1911), en dos volúmenes, destinada a niños.
Fue autor de numerosas obras escolares y de literaturas infantiles que consideraba puntos deficientes de la edición española. Merecen una mención sus Primeras lecturas infantiles: historias morales, conocimientos útiles, nociones de aritmética, geografía, etc. (1887), donde nociones y contenidos se introducen a través de cuentos y grabados que captan la atención de los niños.
Junto a la producción pedagógica, hay que recordar otras obras de carácter filológico y lexicográfico. Además de su labor como editor y en ocasiones corrector de diccionarios bilingües, por ejemplo el Novísimo diccionario latino-español de Salvá (1895), es relevante el trabajo llevado a cabo con Elías Zerolo (1848-1900) y Emiliano Isaza (1850-1930), el Diccionario Enciclopédico de la lengua Castellana (1895). Esta obra, que constituye uno de los primeros ejemplos del empleo de la ilustración en la lexicografía española, en sus dos volúmenes incluye 1400 ilustraciones. Algunos años después, en el 1901 se publicó el Nuevo diccionario enciclopédico ilustrado de la lengua castellana, con la colaboración de Mario Roso de Luna. Esta obra fue publicada en un volumen de 1036 páginas, tamaño reducido que no influyó en los contenidos, tuvo 14 ediciones.
Emiliano Isaza Gutiérrez nació en la localidad colombiana de Sonsón (Antioquia) en 1850, en el seno de una familia conocida, algunos de cuyos miembros se dedicaron a la política (su padre fue alcalde de Sonsón entre 1852 y 1856), y él mismo llegó a ocupar varios cargos de relevancia. Realizó sus primeros estudios en Sonsón y en el municipio de La Ceja del Tambo (Antioquia), en el colegio que dirigía un tío suyo, José Joaquín Isaza. Después fue a Medellín a estudiar en el colegio del Estado, para después cursar derecho en el conocido Colegio del Estado de Antioquia (así llamado desde 1864), que terminaría siendo la Universidad de Antioquia (1871). Al mismo tiempo que proseguía sus estudios daba clases en ese Colegio y en el Seminario Conciliar de la ciudad. Más tarde tuvo algún cargo en el poder judicial de la localidad, y en 1875 marchó a la capital, Bogotá, donde fue profesor del Colegio del Espíritu Santo. A continuación viajó a Estados Unidos y diversos países europeos. En Roma estuvo durante cinco años como secretario de la embajada colombiana ante el Vaticano, uno de cuyos cometidos fue negociar con la Santa Sede que él mismo firmaría en 1888. León XIII (1810-1903, papa desde 1878) le concedió la Cruz de San Gregorio Magno. En 1892 volvió a Colombia, y en 1899 se desató la guerra civil de los Mil Días (1899-1902), siendo comisionado por el gobierno para una delicada misión militar en la costa. Inmediatamente después fue de nuevo a los Estados Unidos con cometidos de tipo militar. Estando en aquel país es nombrado embajador plenipotenciaro en Ecuador con el encargo de conseguir la paz entre Ecuador y Colombia, lo que logra. De vuelta nuevamente a Bogotá, con otros once notables fundó en 1902 la Academia Colombiana de Historia. En 1908 fue nombrado ministro de Instrucción Pública. Como periodista, fue colaborador de los dos periódicos más importantes del país, El Repertorio Colombiano, El Tradicionista, publicado entre 1871 y 1876 por Miguel Antonio Caro (1843-1909) y El Correo del Sur (Medellín). Fue miembro de la Academia Colombiana de la Lengua, la más antigua de las americanas (fundada en 1871), y, por ello, correspondiente de la Real Academia Española. Murió en Bogotá en 1930.
Entre sus numerosas publicaciones cabe destacar las dedicadas a la lengua y a la enseñanza. Entre estas últimas está El libro del niño o texto de lectura para las escuelas (Imprenta de Pontt & Dohren, Hamburgo, 1892), reeditado en 1895, basado en el original alemán del profesor Meissner, como indica en la «Advertencia» inicial, enfocado hacia la rápida adquisición y enriquecimiento del vocabulario por parte de los niños. Está igualmente pensado en la utilidad práctica el Diccionario de la conjugación castellana, en el que no solamente se da cuenta de los modelos de conjugación, sino que, cuando es necesario se indica la ortografía, la pronunciación y el régimen, además de recurrir a citas y opiniones ajenas, habiéndose inspirado en el más amplio Dictionnaire usuel de tous les verbes français (aparecido por vez primera en 1843) de Louis-Nicolas Bescherelle (1802-1883). Isaza aparece como coautor con César Conto (1836-1891) del Diccionario ortográfico de apellidos y de nombres propios, cuya primera finalidad es mostrar la correcta grafía de apellidos y nombres habituales en Colombia, sean o no de origen español, sin que su etimología sea una preocupación fundamental.
En 1880 dio a la luz su Gramática práctica de la lengua castellana, siguiendo la estela de la de Andrés Bello, aunque adaptándola a las necesidades prácticas de los usuarios, con pocas disensiones sobre ella, normalmente guiado por los preceptos académicos o por el uso. La claridad y sencillez de la exposición hizo que el éxito del manual fuese enorme y las ediciones se siguieron a un ritmo vertiginoso.
Desde nuestro punto de vista, su obra más importante es la que redactó juntamente con Elías Zerolo (1848-1900) y Miguel de Toro y Gómez (1851-1922), el Diccionario enciclopédico de la lengua castellana (1895), del que muy pronto (en 1897) surgió una versión extractada. Una de sus fuentes es el Nuevo diccionario (Garnier Hermanos, París, 1846) de Vicente Salvá (1786-1849), aunque también afirman partir del Novísimo diccionario de la lengua castellana, seguramente el publicado por la misma editorial, Garnier, en 1868. El Diccionario enciclopédico es un extenso diccionario de la lengua con un gran acopio de artículos enciclopédicos y abundantes ilustraciones; en los artículos estrictamente lingüísticos aparecen citas literarias tomadas del Diccionario de Autoridades (1726-1729), del Diccionario de construcción y régimen de Rufino José Cuervo (1844-1911) –a quien le unía una gran amistad–, cuya publicación se había iniciado pocos años antes (1886-1893), y las aportadas por los otros colaboradores de la obra; las hay de usos de los dos lados del Atlántico. La versión extractada es el Diccionario de la lengua castellana, en el que se cambia el título porque en él se suprimen los artículos enciclopédicos y las ilustraciones, a la vez que se prescinde de las citas literarias, sin que haya más cambios relevantes en el contenido.