Fernando Fernández de Solís y Valenzuela –este era su nombre secular completo– fue un religioso, gramático, latinista y escritor del Barroco español, que vivió a caballo entre el Reino de la Nueva Granada y la metrópoli. Nació en 1616 en el seno de una familia criolla de Bogotá, formada por un padre andaluz y una madre ya nacida en las Indias. La acomodada posición económica de sus progenitores permitió que el joven Fernando recibiera una esmerada educación, que culminó con la obtención del título de maestro en Artes y doctor en Teología por la Universidad Javeriana, una institución que acababa de ser fundada por los padres jesuitas en la actual capital colombiana. Terminada su formación y ordenado sacerdote, y pese a que siempre había mostrado una clara inclinación por ingresar en la orden cartuja, comenzó a desempeñar diversos cargos en la diócesis bogotana. Sin embargo, un hecho inesperado, acaecido en 1638, cambió su vida: tras la muerte de Bernardino de Almansa (1579-1633), arzobispo de Santa Fe de Bogotá, llegó la orden de trasladar sus restos a Madrid, y de cumplir esta disposición se encargó nuestro protagonista. Solís partió de Cartagena de Indias en junio de ese año y, en septiembre, depositó el cuerpo de Almansa en un convento franciscano de la madrileña Carrera de San Jerónimo; acto seguido, aprovechando la coyuntura de la cercanía a la capital española de un monasterio cartujo, el de El Paular (Rascafría), decidió ingresar en la orden fundada por San Bruno (ca. 1030-1101) y cumplir su gran anhelo. A partir de ese momento, y después de cambiar su nombre por el de Bruno de Valenzuela, pasó el resto de su vida en diferentes retiros que esa orden poseía por España. Fernando Fernández de Valenzuela falleció en la cartuja de Jerez de la Frontera (Cádiz), en 1677, con 61 años de edad.
Nuestro autor, además de poesía culterana en clave gongorina, clara evidencia de su formación jesuítica, compuso con una precocidad inusitada –13 años– un tratado gramatical sobre la lengua de los antiguos romanos, considerado el primero de su género en la Nueva Granada. Dicho trabajo, que nunca llegó a las prensas, contiene sentencias de afamados poetas y literatos del periodo clásico de las letras latinas, como Cicerón (106 a. C-43 a. C.), Virgilio (70 a. C-16 a. C.), Horacio (65 a. C.-8 a. C.) u Ovidio (43 a. C-17 d. C.).