Fray José de Lerchundi, misionero franciscano y arabista español, nació en la villa de Orio (Guipúzcoa) en plena Primera Guerra Carlista (1833-1840), conflicto civil que desangró España y fue especialmente cruento en el País Vasco. Su infancia debió de ser bastante difícil, pues fue hijo natural sin padre conocido. Su madre, hermana de frailes y sacerdotes, lo orientó hacia la vida religiosa: así las cosas, nuestro autor cursó la enseñanza primaria y secundaria en el cercano Monasterio de Nuestra Señora de Aránzazu (Oñate, Guipúzcoa), regido por la orden franciscana, donde creció su espíritu misionero y su gusto por la música. Por un acuerdo firmado entre el papa Pío XI (1792-1878) e Isabel II (1830-1904), se autorizó la creación de un colegio francisco destinado a la formación de misioneros para Tierra Santa y Marruecos en Priego (Cuenca); allí llegó Lerchundi en 1856, realizó el noviciado y terminó ordenándose sacerdote en 1859, el mismo año en que quedó restaurada la misión franciscana en Marruecos. Tras la firma del Tratado de Wad-Ras (1860), que puso fin a la Primera Guerra de Marruecos (1859-1860), en la que España –en pro de la defensa de Ceuta– atacó diversas plazas en el Rif pertenecientes al sultanato marroquí y conquistó Tetuán y el puerto de Tánger, el Padre Lerchundi arribó a esta última ciudad como superior de su misión franciscana. Los siguientes años de la vida de este religioso trascurrieron entre las misiones de Tánger y Tetuán; no obstante, algunos problemas diplomáticos entre el Vaticano y España, así como su quebradiza salud, forzaron su regreso a España en 1877, año en que se vio obligado a trasladarse a Granada, donde –en compañía del orientalista y catedrático de aquella Universidad, Francisco Javier Simonet (1829-1897)– reforzó académicamente sus conocimientos prácticos sobre lengua árabe; al año siguiente (1878) se le otorgó la plaza de profesor de Teología Moral y Lengua Árabe en el colegio de misioneros de Santiago de Compostela. Desde 1880, una vez obtenido el plácet diplomático definitivo, Lerchundi pasó a ocupar, hasta su muerte (1896), la dirección de la misión franciscana en Marruecos, desde la que realizó una importante labor de apostolado, defensa de la población más desfavorecida y mediación diplomática entre España y el Vaticano con las autoridades marroquíes. También participó en diversas actuaciones que dotaron a la localidad de Chipiona (Cádiz) de un santuario para honrar a la Virgen de Regla (1882) y del primer sanatorio de España para pescadores y marineros, inaugurado en dicha localidad gaditana en 1892, en conmemoración del IV centenario del Descubrimiento de América. José de Lerchundi fue, además, el gran impulsor de uno de los proyectos más ambiciosos del arquitecto Antonio Gaudí (1852-1926), el edificio modernista de las Misiones Católicas de Tánger, finalmente truncado por su fallecimiento. El cuerpo del Padre Lerchundi descansa en la actualidad en la cripta de la catedral de Tánger.
La labor filológica de este autor se centró en su estudio del árabe dialectal marroquí con fines básicamente pedagógicos y, durante su etapa en la Universidad de Granada, en textos históricos en árabe clásico. Su primera obra, Rudimentos del árabe vulgar que se habla en el Imperio de Marruecos […] incluye en su prólogo un pequeño tratado sobre dialectología y sociolingüística del árabe a finales del siglo XIX; la Crestomatía […], realizada en colaboración con Simonet, contiene un extenso vocabulario monodireccional árabe-español en el que se explica el significado de algunas de las voces recogidas en los textos que forman esa recopilación; por último, el Vocabulario español-arábigo del dialecto de Marruecos […], obra editada en una imprenta creada por el propio Lerchundi y –con el tiempo– una de las más importante del Protectorado español en Marruecos, es un extenso vocabulario unidireccional, aunque está vez, español-árabe dialectal marroquí.
José Francisco Javier Marcelino Juan Nepomuceno Simonet Baca nació en 1829 en el seno de una familia acomodada de Málaga, extremadamente católica y de ideología carlista. Cursó las primeras letras en su ciudad natal, donde más tarde estudió Teología en el seminario conciliar, así como Filosofía y Latín. Se trasladó en 1848 a Madrid, donde fue protegido del también malagueño Serafín Estébanez Calderón (1799-1867), quien lo inicia en el estudio de las lenguas orientales, aprendiéndolas con tal rapidez que en 1851 trabaja sobre manuscritos árabes de la biblioteca del Monasterio de El Escorial. En 1855 obtiene en Madrid la licenciatura en Leyes, y en 1860 la de Filosofía y Letras. Comenzó a impartir clases de árabe en 1857 en una cátedra del Ateneo de Madrid, entonces dirigido por Martínez de la Rosa (1787-1862). En 1862 logra la cátedra de Árabe de la Universidad de Granada en oposición a la que también concurrió Leopoldo Eguílaz y Yanguas (1829-1906), año en que es elegido académico de la Historia. Fue galardonado por sus dos obras más importes: la Real Academia de la Historia lo premió por la Historia del los mozárabes en España (Viuda e hijos de M. Tello, Madrid, 1897) y la Real Academia Española por su Glosario de voces ibéricas y latinas. Fue en un viaje a Madrid para supervisar la impresión de la primera de estas obras cuando le sobrevino la muerte, en 1897.
Simonet alcanzó un gran renombre dentro y fuera de España, y en él depositaron no pocas esperanzas sus contemporáneos para el futuro de la filología española. La actividad de Simonet se desarrolló también en el campo de la investigación histórica, cultivó la biografía, y en su juventud escribió poesía y un drama.
El Glosario de voces ibéricas y latinas es buena muestra de su quehacer, siendo “libro importantísimo, anticuado, pero todavía indispensable” en palabras de J. Corominas. Y el Conde de la Viñaza no escatimó elogios sobre él en la Biblioteca histórica de la filología castellana. Los modernos arabistas e historiadores han puesto en su justo lugar las exageradas reivindicaciones de Simonet, incluso en el terreno religioso e ideológico (Simonet no era carlista como se ha afirmado a menudo). No obstante, la filología románica tiene contraída con él una grave deuda por el acopio de materiales realizados, y por el esmero con que los trató, de modo que continúan siendo válidos para realizar los más rigurosos trabajos en el terreno de la investigación histórica de nuestra lengua.
En colaboración con José de Lerchundi, O. F. M. (1836-1896) compuso la Crestomatía arábigo-española, con la que pretendían suplir la falta de materiales pedagógicos para la enseñanza del árabe en España, en la cual aparecen textos hasta entonces inéditos, fruto de las investigaciones primeras de Simonet sobre los manuscritos árabes. Iba acompañada de un extenso vocabulario árabe-español en el que se recogían las palabras empleadas en los textos. En él siguen el Vocabulista en arábigo (Tip. dei succ. di Le Monnier, Florencia, 1871), del arabista italiano Celestino Schiaparelli (1841-1919); el Vocabulista aráuigo en letra castellana (Juan Varela de Salamanca, Granada, 1505), de Pedro de Alcalá, O. S. H. (ca. 1455-post 1508) y el Supplément aux dictionnaires arabes (E. J. Brill, Leiden, 1877-1881), del arabista holandés Reinhart Dozy (1820-1883).