Estanislao Sánchez-Calvo y Ochoa fue un jurista, político, filósofo, filólogo y literato español, activo durante el último cuarto del siglo XIX. Nuestro autor nació en la localidad asturiana de Avilés, en 1842, en el seno de una familia progresista y acomodada, posición lograda gracias a la aventura indiana paterna. Sánchez-Calvo vivió los primeros diez años de su vida en su ciudad natal, donde aprendió las primeras letras y realizó los estudios primarios. A la muerte de su padre (1852), la familia se trasladó a Oviedo, donde el avilesino estudió el bachillerato, y en cuya universidad se licenció en Derecho civil y canónico (1864). Recién licenciado, y antes de doctorarse –lo haría en 1873–, abrió un despacho de abogados y comenzó a colaborar en varias cátedras relacionadas con el Derecho público y mercantil. Tanto él como su familia simpatizaron siempre con los ideales democráticos; de hecho, tuvo como cuñado a Manuel Pedregal y Cañedo (1831-1896), ministro de Hacienda en el gabinete de Emilio Castelar (1832-1899), durante la breve Primera República Española. Por este motivo, nuestro autor apoyó sin fisuras la Revolución de 1868, y llegó a ostentar, en 1873, la alcaldía de Oviedo durante un mes (en aquel contexto, los plazos eran vertiginosos), cargo al que hubo de renunciar para ocupar un puesto en el ministerio de Hacienda, en Madrid, junto a su cuñado. Los pronunciamientos de los generales Pavía (1827-1895) y Martínez Campos (1831-1900) pusieron fin al Sexenio Democrático (1868-1874) y a la carrera política de Sánchez-Calvo, quien, en 1874, se retiró a Asturias y abandonó para siempre las tareas gubernativas. Instalado en Avilés, y gracias al desahogo económico que le proporcionaba su extracción familiar, pudo llevar, durante 20 años, una vida discreta, tranquila y retirada del foco público –Caro Baroja se refirió a él como el extraño solitario de Asturias–, dedicada a la reflexión y al estudio; la mayor parte de sus trabajos de aquellos años quedaron recogidos en la Revista de Asturias. Estanislao Sánchez-Calvo falleció prematuramente a orillas del Cantábrico, en 1895, con solo 53 años.
Dejada al margen su labor dentro de la investigación filosófica, centrada en el estudio de la obra del humanista español Huarte de San Juan (1529-1588) y, tras trabar relación con diversos filósofos alemanes contemporáneos, en el estudio de la Metafísica relacionada con fenómenos sobrenaturales, descuella su trabajo filológico. En pleno auge de los estudios comparativos, y al calor de las teorías que defendían el ascendiente del sánscrito y otros antiguos idiomas orientales sobre las lenguas indoeuropeas, nuestro autor indagó en la influencia que estas –junto con el vascuence, entroncado por parte de la investigación de la época directamente con ellas– habían dejado en la cultura occidental, en general, y en Asturias, en particular. Todos los acercamientos a la cuestión quedaron compendiados en Los nombres de los dioses, Ra, Osiris, Belo, Jehová […]. Indagación acerca del origen del lenguaje y de las religiones a la luz del eúskaro y de los idiomas turanianos; en este tratado el asturiano se ocupa del origen de las lenguas naturales, íntimamente ligado –en su opinión– al surgimiento y desarrollo de las onomatopeyas, y a la formación del vascuence, cuyo origen radica en Asia Menor.