Delfín Donadíu y Puignau fue un lexicógrafo y hebraísta español del siglo XIX. Nació en la pequeña localidad de Vilajuiga, situada en el Alto Ampurdán gerundense, en 1845. No se conoce ningún dato que evidencie la calidad de su familia. Durante su primera adolescencia, se trasladó a Figueras (Gerona), en cuyo instituto se formó para, a continuación, iniciar la carrera eclesiástica, que realizó en diferentes seminarios de las provincias de Gerona y Barcelona. Simultáneamente, inició los estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de la capital catalana, que culminaron con la obtención del título de doctor. Nuestro protagonista desarrolló toda su carrera profesional en la institución en la que se había formado, donde, hasta alcanzar la cátedra de Hebreo en 1882, impartió clases de numerosas materias. Al igual que durante su periodo como estudiante, compaginó su trabajo en la academia barcelonesa con el magisterio en el Seminario Conciliar de la Ciudad Condal. A finales del siglo XIX se había convertido en una personalidad relevante de la intelectualidad catalana, en la que destacó por sus convicciones tradicionales y conservadoras. Donadíu fue uno de los máximos exponentes españoles de la corriente neoescolástica, dominante en la Iglesia católica por aquel entonces. Además de sus cargos académicos, desempeño otros muchos en diferentes sociedades literarias y humanísticas. Murió en Barcelona, en 1904, con 59 años de edad.
Su quehacer filológico gravitó, salvo algún escarceo de juventud, en torno a dos polos: el estudio de la lengua hebrea y, especialmente, los trabajos lexicográficos. Su primera obra, que vio la luz cuando su autor contaba solo con 26 años, fue un pequeño compendio de la sintaxis latina. En 1881, justo un año antes de obtener la cátedra de Hebreo, llevó a las prensas barcelonesas un método para el aprendizaje de esa lengua semítica, producto de sus ya largos años de experiencia docente en la materia. En 1886 se imprimió su Discurso inaugural […] del curso académico de 1886 a 1887, un texto más filosófico que filológico, en el que defendió vehementemente el origen divino del lenguaje; no en vano, el ampurdanés, apegado a sus profundas convicciones, fue un ejemplo claro del profesor inmovilista, ajeno a las corrientes historicistas que se iban imponiendo en la Filología de la época. En el último decenio del siglo publicó dos diccionarios, de títulos diferentes, pero con una evidente filiación entre ellos: los cuatro volúmenes del Diccionario de la lengua castellana con la correspondencia catalana y el Novísimo Diccionario enciclopédico de la lengua castellana, compuesto por cinco tomos. La única diferencia existente entre ellos es la supresión, en el segundo, de las correspondencias catalanas y la adición de un suplemento con nuevos artículos (de contenido biográfico, histórico o geográfico), en consonancia con su carácter enciclopédico. Ambas obras tomaron como punto de partida la 12.ª edición del diccionario académico, hasta tal punto esto es así, que Donadíu marcó con un asterisco las voces incorporadas por él y ausentes en las obras de la Academia Española. Ambos repertorios presentan un problema, la cronología exacta de su publicación, pues no aparece fecha alguna sus portadas; no obstante, la investigación los ha fechado entre 1895 y 1897.