José de Aguilar y Siñeriz fue un diplomático y sinólogo español del siglo XIX. La vida de este autor es bastante enigmática, pues se desconocen todos los datos alusivos a su nacimiento, primeros años y formación. La primera fecha conocida de su periplo vital es la de 1848, fecha en la que se hizo cargo del consulado de España en Hong Kong, con residencia en Macao, puesto que ocupó hasta 1869. Tras el final de la Primera Guerra del Opio (1839-1842), muchos países europeos abrieron en China sus legaciones diplomáticas; España, gracias a su presencia secular en el Archipiélago filipino y a la necesidad de reclutar obreros chinos para trabajar en la recolección del azúcar en Cuba, fue de los primeros en tener una embajada en Pekín y un consulado en las provincias más meridionales, de donde –por la similitud del clima– eran seleccionados la mayor parte de los trabajadores para las haciendas azucareras cubanas. Aguilar residió en Macao durante 20 años y, a partir de 1866, se convirtió en el cónsul general de España en aquel país del Extremo Oriente. Con el advenimiento del Sexenio Democrático (1868-1874), nuestro protagonista fue cesado, por lo que regresó a España para instalarse en Madrid, ciudad en la que murió asesinado –en misteriosas circunstancias– en 1880.
Ante la carencia de materiales para el aprendizaje de la lengua china, Aguilar compuso, tras 13 años de estudio y reflexión, una colección de frases en español, agrupadas temáticamente, con sus equivalentes en caracteres chinos. Esta obra, destinada básicamente a comerciantes, incluye también referencias a las monedas, sistemas de pesos, medidas agrarias y de cereales; igualmente, además de la información lingüística, recoge muchas alusiones a la sociedad, a religión y al gobierno de la China de la época.