No es mucho lo que sabemos de Fr. Pedro de Alcalá. Debió nacer hacia el año 1455, según puede deducirse de algunas de las afirmaciones contenidas en la obra, que estaba en el paso del segundo al tercer tercio de la edad corriente para los hombres. Si admitimos que esa edad corriente pueden ser los setenta años, cuando redactó el Arte (se terminó en 1501) tendría alrededor de los cuarenta y seis. Nada sabemos tampoco del lugar de su nacimiento, por lo que algunos han conjeturado que fuese un converso, apoyados en su apellido, pero su limitado conocimiento del árabe (tuvo que acudir a alfaquíes que le ayudasen en su quehacer), y el uso de palabras del reino granadino, y la inclusión de topónimos de la zona, hacen pensar que fuese originario de Alcalá la Real (en la actual provincia de Jaén), no muy alejada de Granada. Profesó la religión en la orden de los jerónimos, como el primer arzobispo de Granada, fr. Hernando de Talavera (1428-1507), del que era confesor –quien a su vez lo era de Isabel la Católica, y su consejero. A él va dedicada la obra. Fue Hernando de Talavera quien aconsejó a la reina que le encargase la Gramática a Nebrija, y quien estuvo detrás de la obra de Fr. Pedro de Alcalá, por su estrategia para la conversión de los musulmanes granadinos utilizando las lenguas vulgares. Sin duda, nuestro fraile pasó la mayor parte de su vida en Granada, pero no sabemos cuándo y dónde murió. Alcalá nos es conocido por haber compuesto el Arte para saber ligeramente la lengua arábiga en el que se contiene el Vocabulista aráuigo en letra castellana, que es considerablemente más extenso. Concibió las dos obras de forma conjunta, por más que al imprimirse tuviesen portadas independientes, y hubiese ediciones separadas del Arte. Tenían una finalidad puramente práctica: que se entendieran los cristianos con los conversos, una vez reconquistado el Reino de Granada, y más que para enseñar a los moriscos, la intención era la de enseñar el árabe a los clérigos que debían instruirlos. El Vocabulista es el primer diccionario bilingüe del español con una lengua viva, y, por tanto, el primero español-árabe. En él el árabe está transliterado con caracteres romanos, por la imposibilidad de imprimirlo con el alifato, pues la imprenta no disponía de estos caracteres. Ello tiene sus ventajas para los investigadores actuales ya que les permite saber cuál era la pronunciación verdadera y las formas locales del árabe granadino, gracias al complejo sistema ideado por el fraile, con lo que se adelantó a los arabistas modernos. Tiene también la particularidad de que el orden en que aparecen las palabras no es estrictamente alfabético, pues en el interior de las combinaciones de las dos primeras letras de las voces, figuran, como es habitual en la tradición gramatical árabe, en grupos diferentes los verbos, los nombres y los adverbios (y los elementos de otras categorías gramaticales), ordenados alfabéticamente.