Benito Bails nació en 1731 en San Adrián de Besós (Barcelona). Pertenece al reducido grupo de españoles educados desde su niñez en Francia, pues vivió en Perpiñán, donde su padre montó una fábrica de tejidos de seda. Allí comenzó sus estudios universitarios. Obtuvo una cátedra de filosofía moral en esa ciudad a los 18 años, a la que renunció para ir a la Universidad de Toulouse donde estudió Teología y Matemáticas con los jesuitas. A los 24 años se trasladó a París y conoció a importantes personajes de la Ilustración, como Nicolas de Condorcet (1743-1794) y Jean le Rond d’Alembert (1717-1783), entre otros, que le encargaron la parte de España para su Journal Historique et Politique. El embajador de España en Francia, Jaime Masones de Lima, conde de Montalvo (1696-1778), lo nombró secretario suyo, y al terminar su mandato, en 1761, lo llevó consigo a Madrid. También conoció al duque de Alba, que lo presentó a grandes literatos y políticos españoles (Aranda, Campomanes, lriarte), que le encargaron el periódico El Mercurio Histórico y Político (concebido a semejanza de su homónimo francés, Le Mercure de France), publicación mensual sobre noticias de actualidad, cuya misión fue recopilar y sistematizar opiniones y noticias que procedían de las más importantes cortes de Europa. Por su parte, los jesuitas lo introdujeron en su ámbito con el deseo de que los ayudase, pues ya empezaban los movimientos de expulsión en Francia, Portugal y España.
Su saber fue inmenso y abarcó varias disciplinas, destacando en matemáticas. Además, poseía grandes conocimientos en filosofía, derecho, humanidades y teología, distinguiéndose también como un buen escritor. Dominaba como maternas la lengua francesa y española, además de otras muchas lenguas muertas y vivas (latín, inglés, alemán, italiano) y realizó varias traducciones de obras importantes al francés y al español. Fue, sin duda, uno de los intelectuales de mayor repercusión en la España de la Ilustración.
Fue elegido miembro supernumerario (1765) de la Real Academia Española y numerario en 1777 (sillón U); en 1771 fue elegido miembro correspondiente de la Academia de Ciencias Naturales y Artes de Barcelona. En 1768 es nombrado director de matemáticas de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, por considerarlo el mejor experto en esa disciplina, pues en 1767 la Academia se había planteado la necesidad de introducir el estudio de las matemáticas como único medio para formar buenos arquitectos. En 1772 esta Academia le hizo el encargo de redactar una obra general que compendiase los saberes matemáticos de la época, que dio como consecuencia dos de las más importantes obras de matemáticas de su tiempo en España: los Principios de matemática (3 vols., Joaquín Ibarra, Madrid, 1776), y los Elementos de matemática (10 t., Joaquín Ibarra, Madrid, 1779-1804). Su papel de divulgador de la ciencia no se limitó a las matemáticas, sino que abordó temas complementarios, como óptica, astronomía, geografía, la medida del tiempo, la perspectiva, o la música.
Padeció una hemiplejia que lo dejó paralítico, teniendo que guardar cama durante tres años. El duque de Alba, uno de sus valedores, le prestó un coche para que pudiera salir de su casa, y nunca recobró la salud.
Poseía una importante biblioteca de cerca de un millar de títulos, la mayoría extranjeros, con obras de de diversas materias, en la que sin duda existían libros de autores proscritos por la Inquisición, tales como Montesquieu (1689-1755), Diderot (1713-1784), etc., por lo que fue perseguido por el Santo Oficio, que lo apresó en 1791 y fue desterrado a Granada, pese a estar imposibilitado y con grandes dolores. Aunque muchos de sus protectores, encabezados por el duque de Alba, intercedieron por su liberación al Rey, fue en vano. Entonces, Bails se dirigió al Príncipe de la Paz y por este medio logró volver a su casa en 1793. Mientras, la parálisis progresaba hasta afectarle la mano derecha, por lo que aprendió a escribir con la izquierda para no dejar de trabajar. Así terminó la Arquitectura civil (t. IX de los Elementos de matemática) que su familia presentó póstumamente a la Academia, al mismo tiempo que el Diccionario de arquitectura civil. Los últimos años de su vida fueron de gran sufrimiento no solo por su enfermedad, sino por los insultos que recibía continuamente de sus enemigos. Murió el 12 de julio de 1797, a los 66 años de edad.
En su abundante obra figuran en primer lugar los libros sobre las matemáticas y ciencias afines, pero le interesaron muchos otros temas como la música, astronomía y arquitectura, de la cual nos ha dejado un tratado, De la arquitectura civil, que sirvió de manual para muchos arquitectos, en el que se incluía un vocabulario de 94 términos técnicos, aunque él mismo dijo que había recogido más de mil cuatrocientos, pero tuvo que reducir el número de ellos. Este vocabulario fue la base de su Diccionario de arquitectura civil, obra póstuma de la que Bails aprovechó esos términos que había recogido para la Arquitectura civil, y los aumentó hasta casi 2000 voces directamente relacionadas con la arquitectura, no con las Bellas Artes en general. La razón de hacerlo, nos la explica el mismo autor en el prólogo, es para «que se nos entienda, quando escribimos de arquitectura, no para que sirva de autoridad». Aparte de las entradas hay muchas subentradas que sirven de acceso a expresiones pluriverbales o a diferentes clases o tipos de lo nombrado. No se excluyen tampoco las explicaciones de tipo enciclopédico que proporcionan mucha más información de la que se busca y en algunas voces se facilitan sinónimos. Reconoce Bails en el prólogo que tomó algunos términos de los franceses principalmente por la «abundancia y precisión de su nomenclatura en todos los ramos de artes y ciencias». También utilizó el diccionario académico, incluso el Diccionario de Autoridades, aunque no pone autoridades ni citas de ningún tipo.