Vida
Nicolas Sylvestre Bergier, más conocido como “el abate Bergier” o “el apóstol Bergier”, nació el día 31 de diciembre (1715 o 1718) en Darney, en la región de Lorena (Francia), y murió en Versalles, París (Francia), en el año 1790, en los días que bramaba la revolución sobre el horizonte de Francia. Según el inicio de su Diccionario de teología fue “Doctor en esta sagrada facultad, Canónigo de París; de la Academia de las Ciencias, Bellas Letras y Artes de Besanzón; de la Real Sociedad de Nancy y confesor de la Real Familia de Luis XV”. En sus inicios estudió teología en la Universidad de Besanzón, y más tarde, al recibir el grado de doctor y la ordenación sacerdotal, fue a París para terminar su formación; posteriormente, fue cura párroco de Besanzón (1748), y después presidió el colegio de esta localidad. Unos años después, el clero de Francia acordó entregarle una pensión de dos mil francos, y le ofreció varios beneficios de los cuales Bergier solamente aceptó un canonicato en la catedral de Nuestra Señora de París, en el año 1769, cargo que conservó hasta su muerte. Obligado a residir en la capital, vivió como en la provincia, modesto, sencillo y amable, enemigo de intrigas, y siempre en medio de sus libros. Aunque prefiriera una vida retirada, austera, huyendo de los honores y las consideraciones, no le fue posible rehusar el cargo de confesor de la Familia real francesa.
En cuanto a la obra de Bergier, este dedicó casi toda su vida a escribir en defensa de la religión, además de otras obras científicas, aunque comenzó en la carrera de las letras enseñando teología en el colegio de Besanzón, y dando a luz unos Elementos primitivos de las lenguas descubiertos por la comparación de las raíces del hebreo con las del griego, del latín y del francés, en París, en el año 1764, y con algunos otros discursos referentes a distintos asuntos de erudición en que descollaba la elocuencia, mereciendo un premio de la academia de Besanzón. Es extraño que, como dicen los autores de la Biografía Universal, habiendo vivido en una provincia de las más apartadas de la capital, conociese tan perfectamente los recursos de la lengua y las finezas del arte de escribir.
Su obra cumbre es el gran Diccionario de Teología, publicado en tres volúmenes, el cual formó parte de la Enciclopedia Metódica. Según Niceto Alonso Perujo, publicar en la Enciclopedia fue un error imprudente, que dio engañado por su celo. El abate Gouset publicó este diccionario con muchas notas y correcciones. Migne hizo otra edición más completa en 1849, añadiendo muchos artículos nuevos; y últimamente, el abad Lenoir publicó en 1876 otra edición más completa en diez volúmenes. En España se publicó este diccionario con muchas adiciones, notas y artículos nuevos, bajo la dirección de Antolín Monescillo, entonces Cardenal arzobispo de Valencia; y por último en 1857 se publicó un Suplemento al mismo de artículos nuevos, bajo la dirección del mismo Antolín Monescillo, en un grueso volumen.
Bergier es autor también de El deísmo refutado por sí mismo (París), obra en la que refuta de una manera victoriosa la apología de Rousseau contra la pastoral o circular de Monseñor, el arzobispo de París; de La certeza de las pruebas del cristianismo (1767, tres ediciones, traducida al italiano y al español), páginas escritas contra el Examen crítico de los apologistas de la religión cristiana, obra atribuida a Nicolas Fréret; de Los Principios de metafísica. Origen de los dioses del paganismo y el Sentido de las fábulas descubierto por una explicación propia de las poesías de Hesíodo (París, 1767); de Apología de la religión cristiana (1769), contra el autor de El Cristianismo desenmascarado, el barón de Holbach; de El examen del materialismo (París, 1771), contra El sistema de la naturaleza; del Tratado histórico y dogmático de la verdadera religión con la refutación de los errores que se le han opuesto en diferentes siglos (1780); del Discurso sobre el matrimonio de los protestantes (1787) y de unas Observaciones sobre el divorcio (1790).