Diego Collado, misionero dominico, nació en Miajadas, localidad al sur de Cáceres. No se conoce la fecha exacta de su nacimiento, pero se sitúa alrededor de 1587. Se trasladó a Salamanca, donde profesó en la Orden de los Predicadores y asistió a la Universidad. En 1610 fue ordenado sacerdote y, tras esto, decidió marchar como misionero al Extremo Oriente. Previa parada en México, lugar de paso para las expediciones hacia Oriente, llegó en 1611 a Filipinas, archipiélago en el que estuvo hasta 1619. Durante ese tiempo, gracias al contacto con los indígenas, pudo aprender y dominar las lenguas y los dialectos propios de las regiones que visitó. Posteriormente, fue destinado a Japón, lugar conflictivo para la labor evangelizadora debido a las persecuciones de cristianos llevadas a cabo por el shôgun o gobernador, y allí ejerció su labor como misionero por varios territorios. Además, tuvo la oportunidad de aprender y dominar la lengua japonesa. En 1621, y debido al secuestro de su predecesor, Collado fue elegido vicario provincial de los dominicos de Japón, pero recibió la orden de viajar a Roma para ser nombrado procurador general de la Provincia de Filipinas. En 1835 regresó a Filipinas y prosiguió con su misión, a pesar de haber sido llamado a salir del archipiélago. Finalmente, el barco que le transportaba desde Cagayán (al norte de Filipinas) hacia Manila, ciudad en la que debía embarcarse para volver a Europa, se hundió y fray Diego Collado murió ahogado. Se desconoce la fecha del fallecimiento, pero consta en las actas del capítulo provincial del 20 de abril de 1641.
Gracias a su dominio de las lenguas de los territorios en los que fue misionero en su estancia en el Extremo Oriente, Diego Collado escribió varias obras lingüísticas destinadas a facilitar la labor evangelizadora de sus compañeros: una gramática de japonés en latín (Ars grammaticae iaponicae linguae) y un diccionario trilingüe latín-español-japonés (Dictionarium sive thesauri linguae iaponicae compendium), ambas impresas en Roma en 1632 y de gran relevancia, puesto que son las primeras obras para el aprendizaje del japonés publicadas en Europa. Del mismo año son también un diccionario chino (Dictionarium linguae sinensis cum explicatione latina et hispanica charactere sinensi et latino) y un manual para realizar la confesión en japonés (Niffon no cotõbani yô confesion […] Modus confitendi et examinandi poenitentem iaponensem). Además de esto, finalizó la crónica titulada Historia eclesiástica de los sucessos de la christiandad de Japón, desde el año de 1602. Que entró en él la Orden de Predicadores, hasta el de 1620 (1633), que había sido comenzada por el también misionero dominico Jacinto Orfanel.