Emilio Cotarelo y Mori fue un filólogo, académico, cervantista y bibliógrafo español, activo desde finales del siglo XIX y durante el primer tercio del XX. Nació en la localidad asturiana de Vegadeo, en 1857, en el seno de una familia acomodada. Tras aprender las primeras letras en su localidad natal, cursó los estudios secundarios entre el instituto de Tapia de Casariego y el de Oviedo; en la academia ovetense obtuvo en 1877 la licenciatura en Derecho. Recién licenciado, contrajo matrimonio y se instaló en Madrid, donde ejerció como abogado por espacio de nueve años. Tras casi una década en la capital, abandonó la jurisprudencia por su gran pasión: la investigación filológica, quehacer en el que tuvo a Marcelino Menéndez Pelayo (1865-1912) como maestro. Rápidamente, y gracias a su enorme capacidad de trabajo, se ganó un nombre en los círculos culturales madrileños; el broche a esta ascendente carrera lo puso su aceptación como miembro de número de la Real Academia Española, que tuvo lugar en 1898. Desde entonces, su trayectoria investigadora quedó unida a esta institución, en cuya biblioteca pasó innumerables horas de estudio. Además, en 1913 fue nombrado secretario perpetuo, jugó un papel clave en el nacimiento del Boletín de la Real Academia Española y fue uno de los máximos hacedores de la 14.ª edición del Diccionario de la lengua española (1914) y del primer tomo del Diccionario histórico. Igualmente, se dedicó con ahínco a la investigación bibliográfica –algunas de cuyas aportaciones siguen siendo obras de consulta obligada en la actualidad– y al análisis del teatro español de los Siglos de Oro. Su producción escrita es extensísima, pero, en algunas ocasiones, su calidad ha sido puesta en cuestión. Emilio Cotarelo falleció en Madrid unos meses antes del inicio de la Guerra civil española (1936-1939) con 79 años. Su biblioteca personal se conserva actualmente en el Instituto del Teatro de Barcelona. Nuestro protagonista fue el padre del también académico y catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela Armando Cotarelo Valledor (1879-1950).
El quehacer lingüístico del asturiano ocupó un papel escaso dentro de su producción filológica. En 1909 imprimió dos trabajos: el primero, sobre fonología histórica del español, para cuya composición se apoyó en la obra de Ramón Menéndez Pidal (1869-1968), su condiscípulo; y el segundo, en el que defendió el vocabulario empleado en sus ediciones de los dramas de Lope de Rueda (ca. 1510-1565) como respuesta a las críticas recibidas por la publicación, en 1908, de las Obras completas de ese dramaturgo andaluz. Un año después, en 1910, llevó a las prensas un trabajo sobre la variación en el uso pronominal del dativo femenino singular. En esta investigación, que parte de las críticas a las ideas sostenidas por el gramático José Balbuena y Pérez (¿?-1791-¿?), se realiza un repaso por la actitud de los estudiosos de tiempos pasados ante el laísmo, así como sobre las diversas opiniones que acerca de esta cuestión había defendido la Academia hasta la fijación de un criterio unívoco. Para ello, recurrió al rastreo de ejemplos en autores del periodo áureo y del siglo XVIII, textos con los que Cotarelo estaba muy familiarizado.