Arturo Cuyás nació en Barcelona en 1845 y murió en Madrid en 1925. Fue un escritor español que consagró su vida fundamentalmente al periodismo.
Pese a iniciar sus estudios de Derecho en Barcelona, se marchó de España a EE. UU. donde ejerció de redactor en publicaciones de Nueva York como La Crónica de Nueva York, El Cronista y Las Novedades. A su vez, fue corresponsal de varios periódicos de España, como el Diario de Barcelona, La Época y El Imparcial, de Madrid. En EE. UU. se especializó en economía e inmigración estadounidense, interés que le llevó colaborar también en la Revista Ilustrada de México y en la publicación de La Voz de Cuba, de La Habana, y a publicar obras de índole económica como el Estudio sobre la inmigración en los Estados Unidos (Thompson y Moreau, Nueva York, 1881).
Su relación con Cuba le procuraría éxito profesional y, más adelante, desgracia personal. Defendiendo el interés de los catalanes por Cuba fundó su propia revista: La Llumanera de Nova York desde 1874 hasta 1881. Se mostraba partidario del dominio de los españoles en Cuba, lo que reflejaba en The Cuban question in its true light (1895), Spanish rule in Cuba (1896) y New constitutional laws for the island of Cuba (1897), hecho que le llevó a ser delatado como agente español durante la guerra hispano-estadounidense de 1898. Regresó a la metrópoli donde sus publicaciones se alejarían de la faceta política para centrarse en los exploradores, con obras como Los Exploradores de España: ¿Qué son? ¿Qué hacen? (Julián Palacios, Madrid, 1912) y Hace falta un muchacho (Julián Palacios, Madrid, 1913), pues conoció del movimiento scout en un viaje a Inglaterra. En 1915 se instaló en Madrid, donde sería nombrado comisario general de los «Exploradores de España», asociación que cofundó con Teodoro Iradier y Herrero (1869-1940), militar y escritor español.
Su estancia en EE. UU. le permitió ser miembro destacado de la comunidad española en aquel país, pues fue uno de los fundadores del Círculo Colón Cervantes y presidente de la Junta Patriótica Española de Nueva York. Fruto de su interés por el mundo anglosajón nació su Diccionario español-inglés e inglés-español, que le hizo ser considerado como primer lexicógrafo en incluir la pronunciación figurada en su diccionario, por más que los hubiese habido antes. El diccionario bilingüe tuvo una gran acogida por parte de organismos oficiales, tanto academias militares como universidades de EE. UU., y también fue valorado en Cuba, Puerto Rico y Filipinas, por lo que se hicieron numerosas ediciones.