Jesús Díaz de León fue un médico, pedagogo, divulgador, tratadista, filólogo, latinista, helenista, semitista y académico mexicano, activo durante los últimos decenios del siglo XIX y los primeros del XX. Vio la luz en Aguascalientes, en 1851, como hijo natural; a los pocos días de nacer, fue adoptado por una acomodada familia de la ciudad, que le procuró una esmerada educación. El joven Jesús aprendió las primeras letras en su localidad natal para, a continuación, trasladarse a Guadalajara (Jalisco), en cuyo seminario, primero, y en su liceo, después, preparó el ingreso a los estudios superiores; en 1876 terminó la carrera de Medicina. De vuelta en la ciudad hidrocálida, abrió su propio consultorio y, tras el ascenso al poder del general Porfirio Díaz (1830-1915, presidente de los Estados Unidos Mexicanos entre 1876 y 1911, con interrupciones) comenzó a interesarse por la política; de esta forma, nuestro autor se convirtió en una de las figuras más visibles del Porfiriato en Aguascalientes. Pese a su formación como médico, su insaciable curiosidad lo llevó a dominar muchas otras disciplinas –en especial, las humanísticas–; por este motivo, tras la apertura, en 1877, del Instituto de Ciencias del Estado, Díaz de León ingresó en él como catedrático de Filosofía; a lo largo de los siguientes años, se hizo cargo de otras muchas cátedras, como la de Griego, la de Latín o la de Historia Natural. Durante 30 años, respaldado por el poder político, vivió de forma apacible en Aguascalientes, consagrado a múltiples y variadas tareas investigadoras, eruditas y pedagógicas; además, ejerció como director del Hospital Civil y fue miembro del parlamento del estado. A finales del decenio de 1910, con la caída de Porfirio Díaz y el inicio de la Revolución Mexicana, se trasladó a la Ciudad de México; allí, en la Escuela Nacional Preparatoria, trabajó como docente de Historia de las Ciencias, Zoología y Griego, y –a continuación– como catedrático de Lingüística y Filología en la Escuela Nacional de Altos Estudios (antecedente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM). Alcanzó la cima de su carrera como especialista en Letras con su admisión –como miembro correspondiente, en 1918– en la Academia Mexicana de la Lengua. Jesús Díaz de León falleció en la capital azteca, en 1919, a los 68 años de edad.
El quehacer investigador y la producción filológica de este autor fueron muy notables. De 1887 data la segunda edición, corregida y aumentada, de sus Ensayos etimológicos, un diccionario, escrito en clave divulgativa, que indagaba en el origen de –fundamentalmente– cultismos y tecnicismos; no existe ninguna noticia sobre la primera edición de la obra. En 1892, publicó el texto del que siempre se sintió más orgulloso, Curso de raíces griegas, una lista de más de 800 voces griegas de uso común en español, a la que adjuntó un compendio de las reglas de derivación, una presentación de los elementos de la gramática helena y un estudio completo de sus principales sufijos, prefijos y desinencias. Esta obra alcanzó un éxito inmediato (en 1893, solo un año después de la edición príncipe, ya se había reimpreso hasta en cuatro ocasiones), y fue reeditada varias veces desde finales del siglo XIX y hasta mediados del siglo XX (1893, 1896, 1903, 1907, 1931, 1940, 1953, 1958, 1960, 1961 y 1964). En 1900, llevó a las prensas su Curso de raíces latinas, texto complementario al anterior, pero que no alcanzó su mismo éxito; aun así fue reimpreso en 1910, 1917, 1920, 1944, 1957, 1959 y 1962. Ambas obras, Curso de raíces griegas y Curso de raíces latinas (además de otros sobre varias materias más), fueron manuales obligatorios para los estudiantes preuniversitarios de Aguascalientes. Aparte de en estos tres textos mayores, la inquietud filológica de Díaz de León quedó recogida en varios artículos sobre, por ejemplo, las nomenclaturas en las Ciencias Naturales o la influencia del sánscrito sobre la lengua española. También destaca su estudio y traducción, a seis idiomas, del Cantar de los Cantares, y sus múltiples tratados higiénicos, anatómicos y de agricultura. Todo su legado intelectual no publicado fue donado por sus hijas, en 1967, a la Universidad Nacional Autónoma de México; institución que lo atesora en la actualidad.