Lorenz Diefenbach –en realidad Georg Lorenz Anton–, sacerdote, lingüista, etnólogo, biliotecario, lexicógrafo, poeta y novelista, nació en Wetterau (Hessen, actual Alemania) en 1806. De su vida temprana conservamos poco datos, pero sí sabemos que era hijo de un pastor protestante y que estudió Filología y Teología en la Universidad de Gießen entre los años 1821 y 1831 para seguir los pasos de su padre. Una vez licenciado, compaginó sus labores pastorales al servicio de los condes de Solms-Laubach con la docencia en el ámbito privado en los alrededores de Fráncfort del Meno. En 1845 se convierte al catolicismo y colabora en la fundación de la comunidad católica de Offenbach, ciudad que lo nombró hijo predilecto en aquellas fechas. Desde 1865 ejerció como bibliotecario municipal en Fráncfort, puesto que ocupa hasta su traslado a Darmstadt, treinta kilómetros al sur, una década después. Allí falleció en 1883. Fue miembro de la Real Academia Prusiana de las Ciencias, radicada en Berlín e íntimo amigo de Jacob Grimm (1785-1863). La tristemente conocida frase «Arbeit macht frei» («El trabajo hace libre») que señalaba la entrada a los campos de concentración nazis de Dachau, Auschwitz, Sachsenhausen y Theresienstadt se extrajo de su novela homónima (1873). Tanto los dirigentes de la República de Weimar como el nazionalismo se apropiaron del personaje principal, un hombre dado al juego y a la mala vida que se reintegra en la sociedad gracias a dedicar todos sus esfuerzos a su trabajo.
Su obra filológica le sitúa en la primera generación de romanistas comparatistas alemanes junto con August Fuchs (1818-1847) y Friedrich Diez (1794-1876), con quien mantenía un continuo intercambio epistolar. En 1853, Diez le dedica su Etymologisches Wörterbuch der romanischen Sprachen, gesto que él devuelve dedicándole a su vez su Glossarium Latino-Germanicum (1857). Para la BVFE interesa su obra Ueber die jetzigen romanischen Schriftsprachen (1831), cuyo título resume las intenciones de Diefenbach, estudiar las lenguas románicas escritas situándolas en el contexto más amplio de las lenguas indoeuropeas. La breve introducción del autor evidencia su interés por la historia de las lenguas. Cuatro años después, su inclinación hacia este campo tomará cuerpo en el volumen Ueber Leben, Geschichte und Sprache (1835), centrado en la evolución de las lenguas indo-germánicas. Su concepción de la historia de la lengua se fundamenta en la idea de un todo orgánico sometido a una constante paradoja: el hombre manipula arbitrariamente el lenguaje y modifica sus formas y sus sentidos, pero esa destrucción es el punto de partida de una nueva construcción. En una obra posterior tratará con detenimiento el problema del origen de los pueblos europeos, en Origines Europaeae. Die alten Völker Europas mit ihren Sippen und Nachbarn (1841).
El grueso de Ueber die jetzigen romanischen Schriftsprachen se centra en la transición del latín a las distintas lenguas romances («Die jetztigen romanischen Schriftsprachen») y en las características de las mismas. Las lenguas contenidas son el español, el portugués, el retorromano, el francés, el italiano y el daco-rumano o moldavo. Diefenbach excluye el occitano, el valón, el catalán (por considerarlo dialecto del provenzal antiguo), el gallego (dialecto del portugués, según el autor) y el genovés. Todas las lenguas se presentan siguiendo una misma estructura. En primer lugar, se expone su relación particular con el latín, para comentar a continuación su evolución histórica. Finalmente aporta una breve lista de características y dedica unas líneas a la división dialectal. La caracterización de las lenguas es bastante impresionista y se muestra enraizada en la tradición lingüística popular. Así, a modo de ejemplo, el español, lengua «fiel» al latín, se dibuja con sonidos dulces, pero también orgullosos y atrevidos; el portugués, vinculado indefectiblemente al español, es una lengua poética; el retorromano, con una gran influencia sintáctica y léxica del alemán, es rudo y vigoroso; el francés es una lengua empobrecida y poco perfilada; el italiano, que Diefenbach considera alejado del latín por las influencias celtas, germánicas y griegas, se describe como «la lengua del amor y la canción». La descripción de las lenguas se acompaña de tablas comparativas brevemente comentadas sobre la pronunciación y algunas formas gramaticales.