Víctor Fernández Llera fue un filólogo, latinista, pedagogo y erudito español, activo durante las últimas décadas del siglo XIX y el primer cuarto del siglo XX. Vio la luz en la localidad trasmerana de Hoznayo (Entrambasaguas, Cantabria), en 1850, en el seno de una familia de labriegos acomodados. No son muchos los datos que han trascendido sobre su infancia y los primeros años de su formación académica. Se sabe que cursó la carrera de Filosofía y Letras en las Universidades de Valladolid y Central (Madrid), donde trabó una estrecha relación con el también intelectual montañés Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912). Terminados sus estudios, encontró un hueco en el ambiente cultural madrileño, siendo muy numerosas sus intervenciones en el Ateneo capitalino. En 1899 se hizo con la cátedra de Latín y Castellano en el Instituto de Murcia, ciudad en la que residió durante casi 20 años. En 1908 regresó a su patria chica –concretamente, a Santander– para desempeñar el cargo de director de su Instituto General y Técnico; en esa institución, tras su jubilación y como reconocimiento a su denodada labor, siguió ocupando el mismo puesto de forma honoraria hasta su muerte. Durante toda su vida, alternó el ejercicio de la docencia con la composición de una abultada producción erudita, por este motivo, nuestro protagonista llegó a ser uno de los referentes de la intelectualidad santanderina de principios del siglo pasado. Fue miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia y de la de Bellas Artes de San Fernando. Víctor Fernández Llera falleció en la capital cántabra, con 73 años de edad, en 1923.
Su labor filológica gravitó en torno a tres grandes ejes: la traducción de textos clásicos latinos, el estudio de la diacronía del español y la creación de manuales para el aprendizaje de la lengua castellana y latina. Respecto a este último punto, descuella su Análisis gramatical de las lenguas latina y castellanas, seguido de los primeros ejercicios de traducción y composición, cuya edición príncipe data de 1891, aunque fue reeditada numerosas veces con posterioridad (1903, 1910 o 1913). Además, durante su etapa como director del instituto de Santander compuso un Programa de gramática castellana, que actualmente resulta muy difícil de localizar. Al estudio de la historia de la lengua española dedicó también grandes desvelos; esa tarea, iniciada tras su aproximación al texto del Fuero de Santander, cristalizó en un trabajo, publicado póstumamente por la Real Academia Española (aunque ya había sido premiado en 1900), acerca del léxico y la gramática del Fuero Juzgo. Compuso igualmente una no despreciable cantidad de obra literaria propia.