Francisco Javier Pimentel, IV conde de Heras y IV vizconde de Queréndaro, fue un aristócrata, escritor, historiador, indigenista, académico y lingüista mexicano. Vio la luz en el seno de una de las mejores familias criollas de la ciudad de Aguascalientes (México). Con apenas dos años (1834), la familia se trasladó a la Ciudad de México, donde pasaría el resto de su vida (salvo pequeños exilios forzosos, dada la azarosa historia mexicana durante el siglo XIX: por ejemplo, en torno a 1847, y debido a la invasión estadounidense, los Pimentel se instalaron en Morelia). Francisco Pimentel se formó en los mejores colegios de la capital mexicana, y compaginó la enseñanza regular con la asistencia de maestros particulares; no cursó estudios universitarios reglados. Entroncó por vía matrimonial, y así consiguió ascender al estrato nobiliario, con uno de los mejores linajes del antiguo Virreinato e incipiente República Mexicana: los Heras-Soto, cuyo apellido y título principal tiene su origen en la región de Cantabria (España). Tanto él como su familia, igual que su familia política, se significaron siempre en defensa de los valores políticos y religiosos más conservadores; por este motivo, la carrera pública del IV conde de Heras se vio sometida a los vaivenes políticos del México decimonónico: durante el Segundo Imperio Mexicano (1862-1864) fue uno de los consejeros más próximos al emperador Maximiliano de Habsburgo (1832-1867), ocupó el cargo de alcalde de la Ciudad de México y fue nombrado embajador en Madrid, aunque –debido al triunfo de Benito Juárez (1806-1872) y el consiguiente cambio de régimen– no llegó a hacerse cargo de la legación. Tras la derrota de los conservadores y la imposición de la Reforma, el quehacer de Pimentel se centró en las labores intelectuales y eruditas, que no había dejado de cultivar desde el final de su periodo formativo: fueron fructíferos sus trabajos humanísticos en Historia, Geografía y Filología; fue uno de los fundadores de la Academia Mexicana de la Lengua (1875) y recibió el reconocimiento de instituciones tan prestigiosas como el Instituto Smithsoniano de Washington o la Académie des Sciences de París. En 1876 apoyó el ascenso al poder de su correligionario Porfirio Díaz (1830-1915), aunque prefirió no volver a desempeñar cargos en la administración; dada su situación acomodada, esta decisión no le acarreó ningún perjuicio económico. Francisco Pimentel fue el primer intelectual y político del México contemporáneo en preocuparse por la población indígena, colocando los problemas de esta en el centro del debate social. Murió en la capital azteca el 14 de diciembre de 1893. Debido a su ideología política, y al carácter progresista –ya oficial– de México en el siglo XX, Pimentel se convirtió en una figura controvertida y su obra fue ignorada –por no decir menospreciada– en algunas ocasiones; la labor investigadora de este autor comenzó a ser rehabilitada a finales del siglo XX.
El trabajo filológico de Pimentel se centró, igual que sus intereses sociales, en la reivindicación y dignificación del patrimonio lingüístico del México indígena. Así compuso el Cuadro comparativo y descriptivo de las lenguas indígenas de México, cuya finalidad era: a) presentar los idiomas amerindios despojados de las adulteraciones latinizantes impuestas por los gramáticos del periodo virreinal, b) clasificar y comparar todas estas lenguas según las normas de la Filología moderna, y c) realizar sobre ellos, en el curso de la exposición, una serie de observaciones críticas y filológicas. En 1874 publicó una edición corregida y aumentada de la obra. El Cuadro volvió a aparecer publicado entre el primer volumen y el segundo de sus obras completas (Tipografía Económica, Ciudad de México, 1903), editadas por sus hijos como homenaje póstumo.