Antonio M.ª García Blanco fue un sacerdote, hebraísta y profesor universitario español del siglo XIX. Nació en Osuna (Sevilla), en 1800, en el seno de una familia ilustrada y acomodada de orientación liberal. Durante su infancia, que estuvo marcada por la Guerra de la Independencia (1808-1814), sus padres velaron porque recibiera una esmerada educación: en 1816 recibió las primeras órdenes sacerdotales y comenzó los estudios de Hebreo en la Universidad de su localidad natal, una institución que sería clausurada pocos años después, en 1824, tras casi 300 años de andadura. En 1820 la familia se trasladó a Madrid, pues el padre de nuestro protagonista fue diputado durante el Trienio Liberal (1820-1823); en la capital continuó su formación y recibió clases del reputado hebraísta Francisco Pascual Orchell Ferrer (1762-1825), a quien siempre consideró su maestro. Represaliado tras el retorno del absolutismo, pasó cuatro años retirado en una hacienda rural; al término de ese periodo se ordenó sacerdote y empezó a ejercer como párroco en Valedarco, en la onubense sierra de Aracena. Tras un breve paso por Écija, alcanzó un puesto relevante en el cabildo de la catedral de Sevilla. Asentado en la urbe hispalense, consiguió hacerse cargo, desde 1834, de la cátedra de Hebreo de su Universidad. Sin embargo, sus inquietudes políticas lo llevaron de nuevo a Madrid, donde fue diputado desde 1836 –siempre en el sector liberal más radical– y adonde trasladó su cátedra, en la que permaneció durante 40 años. Practicó de forma continuada una religiosidad disidente, por la que se le terminó privando de su magistralía sevillana, y se fue frustrando, en el plano político, con el turnismo isabelino, por lo que pasó largas temporadas en Marchena (Sevilla), lejos del ambiente viciado de la capital. Solo regresó a ella tras la Revolución de 1868, momento en el que fue nombrado decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, dignidad que mantuvo –en abierto conflicto con los gobiernos de la Restauración– hasta que se jubiló en 1877. Tras su retiro, vivió a caballo entre Madrid, Marchena y Sevilla, ciudad en la que conoció y trabó relación con Manuel Machado (1874-1947) y Francisco Rodríguez Marín (1855-1943). Antonio M.ª García Blanco, representante de la intelectualidad liberal decimonónica y del minoritario clero disidente de la época, falleció en su Osuna natal, donde vivió sus últimos años, en 1889 y con una edad muy avanzada.
Este autor fue el mayor hebraísta español del siglo XIX, pero, pese a ello, no logró dejar una importante escuela. Sea como fuere, los tres volúmenes de su Análisis filosófico de la escritura y lengua hebrea lo consolidaron. Dicha obra, que sigue los principios fijados por Orchell, presenta en su primer volumen una descripción de la morfología hebrea; en el segundo da a conocer sus sintaxis, y en el tercero, su literatura. Este trabajo debía completarse con un Diccionario hebreo-español, que intentó retomar en su vejez, y con una traducción de la Biblia; textos que no vieron la luz debido a las trabas administrativas (políticas y religiosas) que limitaron la carrera de este polémico intelectual.