Juan Vicente González Delgado fue un político, periodista, escritor y gramático venezolano del siglo XIX, considerado el introductor del Romanticismo en su país. Se sabe que nació en Caracas, aunque se desconoce la calidad de sus padres y la fecha exacta en la que su natalicio tuvo lugar. Hay quien habla de 1810 pero, parece, por unas referencias en las que el propio autor fija su alumbramiento un año después del inicio de la lucha por la independencia de la Nueva Granada, que el año correcto fue 1811. La razón de estos interrogantes remite a la situación que se vivía en esa ciudad neogranadina a comienzos del segundo decenio del siglo XIX: era un campo de batalla abierto entre los realistas y los seguidores de Simón Bolívar (1783-1830) y, como consecuencia, gran parte de los registros de aquella época desaparecieron. En ese contexto, el joven Juan Vicente, además, fue abandonado al nacer, lo que complica aún más seguir su rastro. Esa condición de hijo adoptivo, agravada por los prejuicios que sus contemporáneos sentían hacia los de esa condición, lo acompañó toda la vida y marcó su carácter. Sea como fuere, el futuro gramático se crio en el seno de una familia adoptiva acomodada, que fue la que le dio sus apellidos. Tras formarse con maestros particulares, se hizo con el título de bachiller en Artes (1828) y continuó su formación con una licenciatura en Filosofía (1830); sin embargo, no llegó a concluir las de Cánones y Teología, que lo orientaban hacia el sacerdocio. Tras la desmembración, en 1830, de la República de la Gran Colombia, comenzó a interesarse por la política, inicialmente con tendencias liberales; además se adhirió a las logias masónicas caraqueñas. No obstante, su ideario político fue cambiando con el tiempo y, ante las enormes turbulencias políticas de la Venezuela decimonónica, abrazó el conservadurismo y el anti-federalismo (llegó a ser diputado nacional y alcalde de Caracas), y defendió con ardor sus nuevas idas desde las páginas de las publicaciones que dirigía o con las que colaboraba. Convertido en un personaje relevante y muy significado, y crítico con los desmanes de todos los partidos políticos –incluido el suyo–, sufrió los vaivenes de la situación de su país: en 1861 estuvo a punto de ser deportado y pasó dos breves temporadas en la cárcel. A finales de 1848, y tras casi dos décadas de protagonismo, se retiró de la vida política y se centró en la instrucción, pues fundó uno de los colegios más prestigiosos de la capital venezolana de mediados del XIX. Desde las aulas, veló por la extensión de la enseñanza de las Humanidades. De forma simultánea a su actividad pública, se convirtió en un asiduo lector de los escritores románticos franceses –como Lamartine (1790-1869), Chateaubriand (1768-1848), Dumas (1802-1870) o Víctor Hugo (1802-1885)– y españoles –como Espronceda (1808-1842), Zorrilla (1817-1893) o el Duque de Rivas (1791-1865)–, cuyas obras ponderó y difundió desde las páginas de su afamada Revista Literaria. El resto de la vida de González Delgado transcurrió de forma más apacible, pese a que los sobresaltos políticos no cesaron. Murió en Caracas, en 1866, rodeado de un gran prestigio y autoridad moral, reconocida incluso por sus enemigos.
Durante la década de 1830 nuestro autor trabajó como maestro particular de Gramática y, después de 1848, retomó su vertiente humanística y filológica orientada a la enseñanza. Su primer texto –originalmente, una obra de juventud– fue reelaborado en numerosas ocasiones por él mismo a largo de su vida y reimpreso en diferentes talleres de Caracas y Bogotá. En esa primer obra parte de las ideas gramaticales de Andrés Bello (1781-1865), teórico al que siguió durante toda su vida, y del polémico gramático burgalés Pedro Martínez López (1797-1867). Sus Elementos de ortología castellana, basados también en la obra de Bello y en la de Mariano José Sicilia (1777-ante 1862), no gozaron de tanto predicamento y, aparte de la príncipe, no vieron más ediciones. En 1851, cuando ya ejercía como docente y director del colegio por él fundado, compuso un estudio sobre el Análisis ideológica de los tiempos de la conjugación castellana, también de Bello, que fue editado incluso en España. Por último, para facilitar el estudio del latín, adaptó el método del filólogo francés Jean-Louis Burnouf (1775-1844).