Francisco Guijarro fue un religioso y lexicógrafo español, activo durante los años finales del siglo XVIII y el primer decenio del XIX. Las informaciones conservadas sobre la vida de este autor son limitadas: al parecer, el dato más relevante es el de que, pese a su considerable longevidad –murió con 76 años– padeció siempre una salud quebradiza, circunstancia que lo forzó a vivir retirado e impidió que alcanzara mayor repercusión pública; es de destacar, igualmente, que resulta difícil establecer una cronología precisa y detallada sobre su periplo vital. Sea como fuere, existe constancia de que Guijarro nació, en 1736, en la localidad de Villafranqueza, población muy próxima a la más meridional de las capitales provinciales valencianas, Alicante, e integrada hoy –como barrio– en esa ciudad levantina; nada se sabe sobre la calidad de su familia ni sobre sus primeros años de vida. El joven Francisco ingresó –parece que en torno a 1750– en el convento que los dominicos poseían en Alicante, allí se ordenó y estudió Filosofía; completada esa formación, se trasladó al colegio dominico de Tortosa (Tarragona), donde ejerció su magisterio y se formó en Teología. En ese momento, tras completar con extraordinaria brillantez su trayectoria formativa –y preparado para alcanzar las más altas cotas de relevancia en la docencia y en la administración de su orden– afloraron sus problemas de salud, que lo obligaron a retirarse al convento dominico de Valencia, donde residió el resto de sus días, dedicado, en soledad y con continuas recaídas, a diversas tareas investigadoras y eruditas. Francisco Guijarro murió, en 1812, en una Valencia recién ocupada por las tropas napoleónicas.
Las publicaciones más notables de este autor versan sobre cuestiones teológicas y pastorales; no obstante, también se adentró en la investigación filológica –concretamente, en la lexicográfica–. El alicantino compuso un Manual para entender y hablar el castellano, un diccionario elaborado a partir de la 3.ª edición del repertorio académico reducido a un solo tomo (DRAE-1791), y destinado a mejorar la competencia en español de la población catalanoparlante, entre la que se incluía el propio Guijarro. Esta obra consta de unas 1500 entradas, y se completa con una copiosa colección de refranes castellanos, recopilados por el autor, con una intencionalidad moralizante.