Tomás Andrés de Gusseme y Delgado fue un arqueólogo, historiador, académico y erudito ilustrado español de ascendencia flamenca, activo durante los decenios mediales del siglo XVIII. Nuestro autor vio la luz en la ciudad de Jerez de la Frontera (Cádiz), no se sabe si en 1711 o 1712, en el seno de una familia formada por un aristócrata procedente de Gante y una dama gaditana, ejemplo de matrimonio mixto, muy común en la cosmopolita Cádiz dieciochesca. Cuando nació, la familia ya había abandonado la ciudad portuaria, estaba asentada en una hacienda de la campiña jerezana y aceptada como tal por la hidalguía local. Tomás Andrés mostró desde niño una gran capacidad e inclinación natural hacia el estudio, cualidades que se vieron reforzadas por el empeño de sus padres en que recibiera una educación esmerada; aprendió las primeras letras y realizó la formación primaria en su propia casa, con la ayuda de maestros particulares. Después, ingresó en el colegio jerezano de la Compañía de Jesús, donde cursó estudios de Gramática y Retórica hasta cumplidos los 12 años, y fue discípulo del historiador y numismático Jerónimo de Estrada, S. I. (¿?-1753-¿?), cuya influencia resultará determinante en la formación de nuestro autor. En 1726, Gusseme se trasladó a Granada, ciudad en la que en 1734 se licenció en Cánones y, tres años después, en Leyes, siempre bajo la tutela de los religiosos jesuitas, que aún no habían sido expulsados de España. Su antiguo maestro jerezano, Jerónimo de Estrada, consiguió para su discípulo la protección de la casa ducal de Arcos, a cuyo servicio consagró Gusseme y Delgado el resto de su vida, y en cuyos dominios jurisdiccionales desempeñó el cargo de corregidor y juez de diversas localidades pertenecientes a su vasto señorío: Zahara de la Sierra (Cádiz), Marchena (Sevilla), Arcos de la Frontera (Cádiz), Pruna (Sevilla), Lora del Río (Sevilla) o Chipiona y Rota (Cádiz). El jerezano solo abandonó durante un breve lapso de tiempo su trabajo para la casa de Arcos; así en el año 1765 sirvió a la Corona como alcalde mayor de Elche y Crevillente (Alicante), aunque rápidamente retornó con sus señores. Finalmente, la muerte lo sorprendió en los estertores del invierno de 1774 en el castillo ducal de Arcos de la Frontera.
Gusseme compaginó sus ocupaciones legales y administrativas con una prolífica labor de investigación en diversas ramas humanísticas, entre ellas, la Arqueología –se especializó en el estudio de ruinas romanas del señorío de Arcos– y la Numismática. Fue miembro de la Academia Sevillana de Buenas Letras (desde 1756) y de la Real Academia de la Historia (desde 1759). La obra más importante del autor jerezano, a la que dedicó los últimos 11 años de su vida, fue el Diccionario numismático general, publicado en seis tomos –tomo I, a-b, (1773); tomo II, c, (1775); tomo III, d-f, (1775); tomo IV, h-l, (1776); tomo V, m-p, (1776) y tomo VI, q-z, (1777)–, de los cuales solo el primero (1773) se imprimió en vida de su autor; los cinco restantes fueron llevados a las prensas a instancias de su patrón, el XI duque de Arcos, Antonio Ponce de León y Arcos (1726-1780). El repertorio estaba destinado a la correcta interpretación de las monedas y medallas romanas desenterradas en las numerosas excavaciones de la Bética; para ello, se recogen, en orden alfabético y de forma muy sistemática, todos los nombres de deidades en sus diferentes advocaciones y héroes clásicos, reyes y emperadores de la Antigüedad, personajes mitológicos, topónimos de la época, símbolos alegóricos, algunos nombres comunes… hasta componer las cerca de 3000 entradas que tiene la obra. Al principio de cada tomo hay un pequeño resumen de los artículos en él contenidos que facilita mucho su consulta.