Juan Hidalgo –cuyo verdadero nombre era Cristóbal de Chaves– fue un abogado de la Real Audiencia de Sevilla y un dramaturgo menor del Siglo de Oro español. La mayor parte del periplo vital de nuestro protagonista está por esclarecer, reconstrucción que se ha demostrado extraordinariamente complicada por las propias vicisitudes que jalonan su biografía. Desconocemos su lugar de nacimiento, así como la fecha en la que tuvo lugar (aunque se habla de los primeros decenios de la segunda mitad del siglo XVI). Cabe presuponerle formación académica, pues era requerida para el ejercicio legal en las instituciones de la época. Se sabe que residió en Sevilla, en cuya Real Audiencia trabajó, lo que le permitió familiarizarse a la perfección con el mundo del hampa y los ambientes marginales de la capital hispalense, entonces el gran puerto de Indias y la ciudad más dinámica de la Corona de Castilla. Al parecer, a finales del siglo XVI, tuvo que abandonar esa urbe andaluza tras la composición de una pseudo-novela picaresca, Relación de las cosas de la cárcel de Sevilla y su trato (s. i., Sevilla, s. f.), que levantó ampollas entre las fuerzas vivas de la ciudad por su sugestiva verosimilitud. A partir de este momento, se pierde su pista y se propone como fecha de su muerte la de 1602. No obstante, resulta factible suponer que no murió en tal fecha, sino que viajó al Reino de Aragón –en concreto, a Barcelona–, cuyos fueros lo protegían de la acción de la justicia castellana; allí cambiaría su nombre por el de Juan Hidalgo y continuaría con su existencia, veleidades literarias incluidas. Sea como fuere, de la vida de Chaves solo pueden ofrecerse elucubraciones más o menos fundamentadas, pues la realidad es que no hay datos fidedignos que permitan afirmar nada de forma tajante.
Si algo dio sentido a la producción literaria de Chaves fue su interés por el submundo de la delincuencia, querencia de la que dejó constancia en varias de sus piezas teatrales, en la mencionada pseudo-novela y, especialmente, en su antología Romances de germanía de varios autores. La primera edición conservada de esta obra data de 1609 (Sebastián Comellas, Barcelona), aunque parece que hubo una anterior. Estas composiciones tomaban como base el tono épico de los viejos romances castellanos y lo trasladaban al relato de una serie de sucesos ambientados en las mancebías sevillanas de la época, con una pléyade de prostitutas y rufianes como protagonistas. Con el objetivo de dotar a esas composiciones de realismo, se recurría –tal como era habitual en la narrativa picaresca del momento– a los términos de germanía; por este motivo, Chaves decidió incluir un vocabulario final, cuyo objetivo era explicar el significado de esas voces, normalmente desconocidas para el lector medio. El trabajo recopilatorio y lexicográfico de nuestro autor despertó un enorme interés, lo que hizo que fuera reimpreso varias veces antes del final del siglo: 1624, 1644 y 1654. Ya en el siglo XVIII, fue el ilustrado valenciano Gregorio Mayans y Síscar (1699-1781) quien se hizo eco de dicho vocabulario y lo incluyó, ya con pura intencionalidad filológica, en su Orígenes de la lengua castellana (Juan de Zúñiga, Madrid, 1737). La última edición de los Romances, vocabulario incluido, se imprimió en 1779 (Antonio de Sacha, Madrid), y en ella se encuentran también los poemas homólogos de Francisco de Quevedo (1580-1645). La recopilación lexicográfica de Chaves está formada por más de 1200 artículos que presentan una microestructura muy elemental: el lema en germanía es acompañado por su equivalente castellano; a lo sumo, puede incluirse alguna sucinta aclaración sobre el significado de la voz si no hay un equivalente directo. Este vocabulario pasó rápidamente –prueba de la curiosidad que despertaba este lenguaje jergal– a los repertorios generales, tanto a los monolingües (Diccionario de autoridades, ya en el siglo XVIII) como a los bilingües. Respecto a este último punto, cabe señalar que el listado de Chaves fue recogido por César Oudin (¿1560?-1625), bajo el título de «Vocabulario de gerigonça», dentro de su Tesoro de las dos lenguas francesa y española. Thrésor des deux langues françoise et espagnolle, auquel est contenue l’explication de toutes les deux respectivement l’une par l’autre. Divisé en deux parties (Marc Orry, París, 1607).