Pocas cosas son las que sabemos de Francesco Marin, cuyas fecha de nacimiento desconocemos, así como el lugar en que se produjo. De las palabras que pone en el prefacio de la primera edición se desprende que era español –por lo que su verdadero nombre sería Francisco Marín–, tal vez de origen vasco-navarro. El editor Giovanni Silvestri al frente de la primera de las ediciones que hizo de su gramática insiste en su origen español, aunque cuando escribe esas palabras, nuestro autor ya había pasado varios lustros en la «metropoli del mondo cristiano», Roma, sin duda ejerciendo la docencia de nuestra lengua a partir del primer momento, y, por supuesto, en la iglesia de la que hablo más abajo. Esa larga estancia, seguramente como consecuencia de la invasión napoleónica, era la causa de que en el interior de la obra apareciesen no pocos dialectalismos romanos, por lo que el editor, milanés, dio el texto a una persona (no dice a quién) versada en ambas lenguas para que lo corrigiese. En la portada de la gramática se hace constar desde la primera edición que era abad, esto es, sacerdote, aunque no dice dónde, si bien sabemos que lo era en la Real Iglesia de San Giacomo y Santa Maria di Monserrato degli Spagnuoli (Roma), en la que había entrado en 1818, y de la cual fue Sacristán Mayor, y después de 1835, y hasta su muerte, Rector de ella.
Marin pretendía con su gramática sustituir a la ya envejecida de Lorenzo Franciosini (¿1600?-¿1645?), publicada por vez primera un siglo antes, aunque todavía seguía imprimiéndose. En ella, incluyó una nomenclatura dividida en dos partes, por un lado los sustantivos y por otra verbos. La obra, una de las más importantes gramáticas de la lengua española del siglo XIX, tuvo varias ediciones en las que se cambió, a partir de la milanesa de 1837, el título por el de Gramatica della lingua spagnuola o sia l’italiano istruito nella cognizione di questa lingua, y, más adelante, se introdujeron algunos cambios por otras personas que se encargaron se revisarla y aumentarla, y cuyos nombres figuran en las portadas.
Manuel Alvar Ezquerra