Eufemio Mendoza fue un historiador y nahuatlo mexicano del siglo XIX. La breve vida de este autor, murió con apenas 36 años, plantea múltiples interrogantes, pues solo guardamos de su existencia una serie de datos inconexos. Se sabe con certeza que nació en la ciudad de Guadalajara (Jalisco) en 1840, pero nada se conoce sobre su extracción familiar. Todo parece indicar que se formó en Colegio de San Gregorio de la capital jalisciense, institución que en 1848 había retornado al control jesuítico tras unos años bajo poder gubernamental. Durante los decenios iniciales de la segunda mitad del siglo XIX –concretamente, desde 1859, fecha en la que se rehabilita por primera vez en la historia del México independiente una cátedra de nahua en un centro de educación superior; puesto otorgado al indigenista y canónigo Agustín de la Rosa (1824-1907)–, esta institución fue el centro de referencia de los estudios sobre lenguas indígenas para toda una generación; especialmente por el magisterio de Manuel de San Juan Crisóstomo Nájera, O. C. D. (1803-1853), reputado experto en la cuestión, que residía en Guadalajara desde 1834. En este ambiente, y bajo la supervisión de sus maestros, Agustín de la Rosa y Manuel Nájera, estudió Mendoza y se empapó del amor por los idiomas y la cultura prehispánica. Terminada su formación, y durante los escasos años que median hasta su muerte, nuestro autor se dedicó con ardor a los estudios históricos y filológicos, ligado a la institución en la que se había formado, donde llegó a ocupar puestos relevantes. Eufemio Mendoza falleció en su ciudad natal en 1876, justo el año en el que el general Porfirio Díaz (1830-1915) accedió a la presidencia del país.
El trabajo filológico de Mendoza sobre diversas lenguas mexicanas anteriores a la conquista gravitó en torno a dos tareas principales: la edición de estudios ya existentes y la redacción de obra propia. Respecto a la primera, y como poseedor del manuscrito autógrafo de la Gramática de la lengua tarasca de Manuel de San Juan Crisóstomo Nájera, publicó el texto –tras la edición príncipe, realizada por su colega Agustín Fernández Villa (1828-1893), con quien nuestro autor polemizó a propósito de la fecha de composición del texto– dentro del Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (t. IV, págs. 664-689). En cuanto a la obra de producción propia, destacan sus Apuntes para un catálogo razonado de las palabras mexicanas introducidas al castellano. Este repertorio, compuesto por más de 900 entradas, es solo un pequeño extracto de la que podría haber llegado a ser la obra de su vida, pues en 1872 ya había llegado a reunir más de 60 000 artículos sobre léxico indígena mexicano, a partir, principalmente, del diccionario de Alonso de Molina, O. F. M. (ca. 1513-1579). La microestructura del artículo lexicográfico en estos Apuntes es la siguiente: indicación de la escritura original de la voz en tiempos previos a la colonización española, calificación del término (geográfico, botánico, zoológico…), caracterización gramatical (solo en el caso de los verbos), significado, observaciones ortográficas (si procede) y propuesta etimológica. Este repertorio, que va encabezado por unas sucintas lecciones de ortografía del nahua, vio la luz en 1872 de manera independiente, después de su publicación dentro del Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística; en el siglo XX se editó en dos ocasiones: en 1922 (Imprenta y casa editorial de Jaime Fortino, Guadalajara), a instancias de los hijos del autor, y en 1974 (Colegio Internacional, Guadalajara). Eufemio Mendoza también fue el responsable de la versión mexicana del catálogo de voces, creado por el Instituto Smithsoniano de Washington, para facilitar las comparaciones filológicas entre las diferentes lenguas naturales del mundo.
Jaime Peña Arce