Domingo Medina Navarrete, en la vida religiosa Domingo de Santo Tomás, nació en Sevilla en 1499, en el seno de una familia humilde. Estudió en el Colegio de San Pablo y en el de Santo Tomás de su ciudad natal. En 1520 ingresó en la orden de los dominicos en el convento de Santo Tomás, donde profesó al año siguiente. En 1540 fue a América, a colaborar en la evangelización de Perú, en los valles de la costa central. Allí fundó varios conventos, y ocupó varios cargos religiosos. Aprendió pronto y bien el quechua, y otras lenguas de la región. En Lima, en unión de su correligionario Fr. Tomás de San Martín (1482-1555) creó el Estudio General, que sería la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la más antigua de las universidades americanas. En 1549 formó parte de la comisión que debía tasar los impuestos, con el fin de evitar la explotación de los indios, y en 1553 fue nombrado Prior de la Provincia de Perú de su orden. Tres años más tarde viajó a la metrópoli para informar sobre las lamentables condiciones en que se hallaban los indígenas, reuniéndose en dos ocasiones con el monarca, Felipe II (1527-1598), a este propósito, además de realizar otras gestiones. En 1561 regresó a Perú, continuando su gestión a favor de los indios, para acabar con el sistema de encomiendas. Fue nombrado obispo de Charcas por el monarca, pero declinó el nombramiento, aunque por las presiones ejercidas por el virrey, en 1563 fue consagrado obispo en Lima, desde donde se trasladó a La Plata, en la provincia de de Charcas. En 1567 participó en el II Concilio de Lima, que se convocó para poner en práctica los acuerdos del Concilio de Trento (1545-1563), tarea que hubo de llevar a cabo en su diócesis, no sin la oposición del cabildo. Murió en La Plata (Bolivia) en 1570.
A fray Domingo se deben las dos primeras obras impresas en quechua, la Grammática o arte de la lengua general de los indios de los reynos del Perú y el Vocabulario de la lengua general de los indios del Perú llamada Quichua, ambas estampadas en Valladolid en 1560, como consecuencia de su visita a la Corte. Ambas se publicaron de forma conjunta, aunque con portadas y paginación independientes. Con ellas, Fray Domingo buscaba poner en las manos de los evangelizadores un instrumento que les permitiera acceder de manera fácil y rápida a la lengua de los indígenas. El Vocabulario es bidireccional, aunque la segunda parte, quechua-castellano, no es un mero trasvase de la primera, castellano-quechua, que tiene unas 6000 entradas, mientras que la otra es más reducida, unas 4500 entradas. Su modelo es Nebrija, pero reducido y adaptado a la finalidad con que se elaboró. El Arte es de corte paradigmático al seguir el modelo latino, describiendo el uso. Las dos obras constituyen una fuente imprescindible para conocer la lengua y el mundo andino precolombino, difuminados tras la conquista, al cual todavía pudo acceder fray Domingo de Santo Tomás a través de los indios depositarios de la cultura andina antes de la llegada de los españoles. Sin duda, la obra lingüística de nuestro dominico es una gran hazaña por codificar una lengua que antes no se había sometido a reglas (ni a ortografía en nuestro sentido), la otra, al de evangelización y defensa de los indios, no lo es menos.
Manuel Alvar Ezquerra