En la ciudad de San Juan (Argentina), nació el político, educador y periodista Domingo Faustino Sarmiento en 1811. Su familia, de condición humilde, no pudo procurarle más educación que la de la recién inaugurada Escuela de la Patria, por lo que solicitó una beca para el Colegio de Ciencias Morales de Buenos Aires, que le fue denegada. Continuó su formación de manera autodidacta con ayuda de su tío, el presbítero José de Oro (1772-1836), a quien acompañó a la provincia argentina de San Luis. Allí, Sarmiento inició su etapa como educador con apenas 15 años. En 1829 se alineó con los unitarios argentinos en contra de los federalistas representados por Facundo Quiroga (1788-1835), una decisión que le costó el destierro tras la derrota en la batalla de Rodeo de Chacón (1831), y hubo de instalarse en Chile (1831). Regresó a San Juan en 1836, pero, nuevamente por motivos políticos, marchó otra vez a Chile en 1840. En la década de 1840, desempeñó una importante labor periodística en la prensa chilena, se afanó en la redacción de su obra y realizó estudios sobre la educación en países extranjeros por encargo del ministro Manuel Montt (1809-1880). Fundó y dirigió durante los tres años siguientes la primera escuela normal del país en Santiago de Chile (1844). Colaboró en la sublevación que derrocó a Juan Manuel de Rosas (1793-1877) en 1852, aunque no regresó definitivamente del exilio hasta 1855 por desavenencias con José Justo de Urquiza (1801-1870), cabecilla de los insurrectos y posterior presidente argentino. Una vez instalado en Buenos Aires, se consagró a la política de su país: fue concejal (1856), senador provincial entre 1857 y 1861, ministro del gobierno de Santiago Derqui (1809-1867), gobernador de San Juan (1862) y ministro plenipotenciario de EE.UU. desde 1864. En 1868 fue elegido presidente de la República Argentina. Desempeñó este cargo, caracterizado por las mejoras en el sistema educativo y en los servicios de comunicación y transporte, hasta 1874. Desde entonces hasta su retirada definitiva y posterior muerte en Paraguay en 1888, ejerció otros cargos políticos, la mayoría vinculados con la educación.
Aparte de sus publicaciones en prensa, Sarmiento desarrolló una importante actividad literaria, reunida en 52 volúmenes (Augusto Belín Sarmiento y Luis Montt (eds.), Obras de Domingo Faustino Sarmiento, Imprenta y Litografía Mariano Moreno, Buenos Aires, 1884-1903), marcada por la crítica política (Civilización i barbarie. Vida de Juan Facundo Qiroga. Aspecto físico, costumbres i abitos de la República arjentina, Imprenta del Progreso, Santiago de Chile, 1845), el autobiografismo (Mi defensa, Imprenta del Progreso, Santiago de Chile, 1843) y la mejora del sistema educativo. A este último fin dedicó su obra de interés filológico: la Memoria (sobre ortografía americana), leída en la recién inaugurada Universidad de Chile, y varios trabajos sobre el proceso de lectoescritura, entre los que destaca el manual Método de lectura gradual. Determinado a elaborar un método para la alfabetización del pueblo, Sarmiento realizó un estudio sobre los métodos empleados en Chile cuyos resultados aparecieron recogidos en Análisis de las cartillas, silabarios y otros métodos de lectura conocidos y practicados en Chile (1842); pero, antes de que se vieran cumplidos sus propósitos, tuvo que enfrentarse al problema de la falta de uniformidad ortográfica. En su Memoria (sobre ortografía americana) propuso una reforma de la ortografía, basada exclusivamente en el principio de pronunciación y alejada de los modelos peninsulares, que fue desestimada por su carácter subversivo en favor de la de Andrés Bello (1781-1865). Años más tarde, vieron la luz sendos trabajos pedagógicos para las figuras implicadas en el proceso de enseñanza-aprendizaje: el Método de lectura gradual y la Instrucción para los maestros de escuela. Con su Método, Sarmiento revolucionó la enseñanza de la lectoescritura, estableciendo una metodología fundamentada en principios fonéticos que se mantuvo en las escuelas públicas chilenas hasta principios del siglo siguiente.
Leticia González Corrales