Torcuato Torío de la Riva fue un reconocido calígrafo nacido en Villaturde (Palencia) en 1759. Tras cursar sus primeros estudios en Palencia, se trasladó a Valladolid para cursar Filosofía y Jurisprudencia, pero no llegó a finalizar ninguna de las dos. Pudo continuar su formación gracias a quien consideró su maestro, Rafael Floranes (1743-1801), que, en 1779, lo envió a la Corte con una comisión y aprovechó su estancia en Madrid para mejorar su escritura con los escolapios. Regresó a Valladolid donde escribió privilegios y ejecutorias de la Chancillería e impartió clases de escritura. En 1782 regresa de nuevo a la capital, esta vez llamado por el conde de Altamira, Vicente Joaquín Osorio de Moscoso y Guzmán (1756-1816). Allí educó a su hijo desde 1785, alcanzó el puesto de oficial mayor de su archivo, que desempeñó hasta 1806, y recibió su mecenazgo, por el cual se aplicó de nuevo al estudio y pudo publicar su obra. Compaginó temporalmente estas labores con los cargos de revisor y lector de letras antiguas, desde 1786, y escritor de privilegios tanto del Consejo y Cámara de Indias (1803), como del Consejo y Cámara de Castilla (1802). En 1806 lo nombraron vocal de la Junta Central de Primera Enseñanza y examinador de maestros de primeras letras y, un año más tarde, revisor de firmas y letras sospechosas. Retomó sus funciones de archivero tras la Guerra de Independencia (1808-1814), primero como oficial segundo y, en 1819, como oficial archivero de la Secretaría de Estado y del Despacho de la Guerra en el Departamento de Indias. Al año siguiente, en 1820, fallece en Madrid.
La primera publicación de Torío de la Riva fue el Arte de escribir, una obra enciclopédica que abarcaba todos los saberes que se debían adquirir a lo largo de la primera enseñanza. Con el propósito de facilitar a los alumnos la comprensión y la memorización, recurrió a los cambios tipográficos y dispuso el texto en forma dialéctica, sin embargo, por la extensión de la misma, parecía una obra destinada más al profesorado que al alumnado. El Arte de escribir, por orden real, sirvió de manual en las escuelas de primera enseñanza desde 1801, lo que supuso un cambio en la metodología, ya que, en él, se propugnaba el estudio de la Ortografía y la Gramática, disciplinas olvidadas en este nivel de enseñanza. Apenas se observan diferencias entre la primera y la segunda edición (Imprenta de la viuda de don Joaquín Ibarra, Madrid, 1802) del Arte de escribir; quizás, las más reseñables sean la adopción de otros modelos como Muñoz Álvarez (1753-1823), además del de la Academia, y la ampliación de contenido en el apartado de la Sintaxis. De similares características, pero de menor extensión, son su Ortología y diálogos de caligrafía, que se reeditó en 1804 y en 1818; su Tratado de caligrafía, que fue reeditado en 1818; y el anónimo Compendio sacado de la gramática castellana que dispuso don Torquato Torío de la Riva […], si bien, es preciso apuntar la notable simplificación de este último respecto del resto de la obra.