Julio Rey Pastor nació en Logroño en 1888. En su ciudad natal realizó los primeros estudios y en 1903 recibió el título de bachiller. Pronto marchó a Zaragoza para formarse en la Academia Militar, en la que no fue admitido al no demostrar conocimientos suficientes en varias materias, entre ellas las matemáticas. Entonces decidió estudiar Ciencias exactas en la Universidad zaragozana, donde se licenció el año 1908, con premio extraordinario. En 1909 se doctoró en la Universidad Central, con la máxima calificación, y dos años después gana la cátedra de Análisis matemático en la Universidad de Oviedo. Fue becado para ampliar estudios en el extranjero, primero en Berlín (1911) y después en Gotinga (1913). En 1914 obtuvo la cátedra en la universidad de Madrid. En 1917 fue a Buenos Aires aceptando la invitación de la Institución Cultural Española para ocupar la cátedra que dejó Ortega y Gasset (1883-1955) como profesor honorario de la universidad. En 1920 fue nombrado académico de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid. Un año más tarde se trasladó a Buenos Aires para formar parte del claustro de su universidad, y allí se afincó de manera definitiva, aunque sin perder los contactos de España, adonde viajó frecuentemente aprovechando que las vacaciones no coincidían en los dos países por encontrase en hemisferios diferentes. Rey Pastor dedicó su vida al estudio de las Matemáticas, disciplina en la que gozó de un reconocido prestigio internacional, habiendo sido miembro numerario de la Académie Internationale d’Histoire des Sciences (París) y correspondiente de otras sociedades y academias españolas y extranjeras. En 1953 la British Astronomical Society dio el nombre de nuestro científico a un cráter de la Luna, aunque la Unión Astronómica Internacional lo conoce desde 1935 con el de Michael Faraday (1791-1867). Un año después ingresó como miembro de número (sillón F) en la Real Academia Española. Murió en Buenos Aires en 1962, cuando tenía pensado regresar definitivamente a España e instalarse en los alrededores de Madrid.
Su discurso de ingreso en la Real Academia Española versó sobre el Álgebra del lenguaje, única obra de las que escribió que se acerca a temas lingüísticos. Resultó ciertamente novedosa para la época por presentar cómo la lógica matemática, que conocía bien, puede aplicarse al análisis lingüístico –que no conocía tan bien– por el carácter lógico con que se organiza la lengua, si bien su exposición no es profunda, no podía serlo por el tipo de público al que iba destinado el discurso.
Aurora Miró Domínguez